Entramos en la Cocina Económica

  • Labor social indispensable. Una periodista colaboró un día como voluntaria en el comedor social de la praza do Irmán Gómez, al que recurren a diario decenas de personas // Cada semana se diseñan menús nuevos, que siempre se combinan con una sonrisa que emana de los ojos y una servicialidad ejemplar

Son las ocho y media de la mañana y en la compostelana praza do Irmán Gómez ya se ha formado la cola para acceder a la Cocina Económica. El desayuno espera a los comensales, que aguardan a que se abran las puertas a las nueve en punto. El trasiego de personas es constante y sor Alicia es la que se encarga de repartir embutido, queso y bollería variada. A su lado se encuentra sor María Jesús, la responsable de servir el café, que ya conoce el gusto de la mayoría de los que pasan por el mostrador.

Las caras de los usuarios ya son para ellas conocidas. La mayoría acude todos los días. Así que las religiosas hacen que las preguntas sean más un gesto de confirmación que de duda: ¿café con dos de azúcar, no?, ¿café con leche y una y media de azúcar?, ¿leche con cacao y azúcar, como siempre?… Y así durante una media hora aproximadamente, que en realidad parece que es mucho más tiempo cuando estás detrás del mostrador como pudo comprobar quien escribe.

Cuando ya están todos sentados en las mesas disfrutando de la primera comida del día, las hermanas y trabajadoras se miran entre ellas y se siente un ambiente de complicidad, que a su vez se entremezcla con un entorno parecido al de una gran familia que se reúne para desayunar y posteriormente seguir el día. Sor Alicia, directora de la Cocina Económica, cuenta a este periódico cómo muchos usuarios llevan el cepillo de dientes y después de desayunar se asean en los lavabos que tienen habilitados para ellos.

Si se realiza una panorámica desde el mostrador donde se sirve la comida se puede apreciar a simple vista cómo la mayoría de las personas que están desayunando son hombres. Apenas se cuentan unas cuatro o cinco mujeres, entre las cuales está Clara, más conocida como Clarita, a modo de apelativo cariñoso, entre las Hijas de la Caridad que gestionan la Cocina Económica.

A esta mujer, de la que se desconoce la edad, pero a la que se le aprecian las canas en la cabellera, le cuesta llegar al final del recorrido que se hace con la bandeja del desayuno. Casi no es capaz de transportarla hasta la mesa. Pero no está sola, su compañero de al lado, un hombre solidario y más joven que ella, le ayuda y posa los alimentos donde le indica. Quien le ofrece su mano es un varón que acude al comedor a desayunar con su joven hijo a diario. Posteriormente también los veremos a la hora de la comida.

Sor María Jesús se sorprende de ver una cara nueva, aunque en realidad no es tan nueva, simplemente sería la segunda o tercera vez que esta persona va a desayunar. La hermana bromea: “¿Te has acostumbrado ya a venir a desayunar por aquí, o qué?”. Sor Alicia está a su lado, cuando se puede oír por lo bajito decir: “La necesidad obliga”. Efectivamente, no es un misterio que los niveles de pobreza en España se están disparando. Según el 11º Informe del Estado de la Pobreza: seguimiento del indicador de pobreza y exclusión social, en nuestro país se indica que el 21 % de la población española, es decir, casi 10 millones de personas, están en riesgo de pobreza. La cifra supone un incremento de tres décimas con respecto a los datos del año pasado, y un aumento de casi 230.000 personas.

Hora de la comida. El desayuno termina y las puertas del comedor se cierran al público, pero el trajín dentro no cesa. Al contrario, se empieza a preparar el almuerzo. Hoy toca de primero paella o garbanzos, y de segundo merluza en salsa con patatas o hamburguesas y salchichas. De postre, yogur o bizcocho.

Antes de volver a abrir las puertas se hacen apuestas sobre a cuántas personas se atenderán ese día. Unas dicen 150; otros, 140, y cuando se acaba el turno, el número final fue de 151 comensales.

El cocinero se quedó solo a una de ganar la porra que hicieron las trabajadoras y las hermanas. Aunque su frustración por haber perdido se le fue rápido, cuando un hombre de una media de 50 años, aproximadamente, después de haber comido, se acercó a esta redactora y le dijo que “deben de felicitar al cocinero, la merluza estaba exquisita”. Efectivamente, al decirle al chef que su comida había sido del gusto de los comensales, agradeció el reconocimiento y comentó que “tenemos la suerte de trabajar con productos de gran calidad, pero también de que aquí las cosas se hacen con mucho amor”.

Menús. El menú se hace todas las semanas y es muy variado. Un martes se puede disfrutar de espaguetis a la boloñesa, merluza a la romana con cachelos y por la noche hamburguesa. En cambio, un miércoles tendríamos garbanzos estofados, pechuga de pavo con ensalada y por la noche bocadillo de chorizo; el jueves, de principal habría judías con patatas, chuleta con pimientos y ensalada, y para cenar ensaladilla. El viernes, para coger fuerzas para el fin de semana, habría fabada, pollo asado con patatas y calamares con ensalada. El sábado, menestra, merluza al horno con patatas y bocadillo de tortilla para cenar. Para terminar la semana, el domingo toca fideuá, carne asada con patatas y bocadillo de jamón serrano.

Sor Alicia asegura que cada semana se modifican los platos, y que se tienen en cuenta las preferencias de los asistentes. Por ejemplo, comenta que “este es uno de los pocos comedores que hacen menús para musulmanes; y si algún usuario tiene problemas de salud y necesita comida sin sal, se le saca la comida antes de echarle la sal”. Además, como la familia que parecen ser, sor Alicia cuenta que “si hay algún usuario habitual en el hospital vamos a visitarle, se le lleva algo, un detallito, a veces un frasquito de colonia… También cuando ellos no ven a alguna hermana preguntan por ella y se preocupan”.

Texto: Julia Escobar

Fuente: EL Correo Gallego