La docente de Religión María Begoña Díaz García es, desde esta semana, la nueva Delegada de Enseñanza de la Archidiócesis de Santiago de Compostela. Ilusionada, asume la gran responsabilidad de seguir trabajando de la mano del profesorado de Religión, que en la Diócesis realiza una indispensable tarea en la formación religiosa, intelectual y humana del alumnado que elige esta asignatura:
1. ¿Quién es Begoña Díaz?
Soy la única hija de una familia católica tradicional. Tanto mi madre como mi padre me han acompañado en cada uno de mis pasos en mi camino de fe, también cuando he dudado.
Aunque mi parroquia de nacimiento es Sta. Mariña do Vilar, en Ferrol, los fines de semana los pasaba con mi familia materna, en San Juan de Piñeiro, Mugardos, en la Archidiócesis de Santiago de Compostela, allí recibí los Sacramentos de Iniciación Cristiana y colaboré activamente en la vida parroquial. Estudié en el colegio Sagrado Corazón-MM Mercedarias en Ferrol y cuando fui al IES Sofía Casanova, mi profesor de Religión nos presentó JAC (Jóvenes de Acción Católica) a quienes permanecí vinculada hasta bien andados mis estudios universitarios de la Licenciatura en Ciencias Químicas, carrera que, según todo indicaba, iba a desarrollar mi vocación.
Esa época la huella que me ha dejado han sido algunos amigos y un marido con el que comparto alegrías, proyectos, sinsabores y dos hijos y una hija. Formamos una familia que, sin duda, es mi verdadera vocación. Durante un tiempo decidí dejar mi trabajo a un lado y crecer con ellos.
En un momento de mi vida necesité volver a estudiar para desalojar de mi cabeza un problemilla de salud, pero tenía que elegir algo compatible con criar a mis hijos y, como mi fe madura y la ciencia de la química se mezclaban sin mucho sentido, me planteé realizar estudios Teológicos en el ITC. Cuando completé el plan de estudios, obtenido ya el título de Grado en Ciencias Religiosas, continué estudiando hasta agotar todas las asignaturas y cursos que proponían.
En 2018 la Consellería de Educación abrió las listas de sustituciones y me apunté, casi para sacar el título del archivo, y llegaron los llamamientos. El primero fue muy corto, pero descubrí que, aunque al terminar la carrera ya había dado clases particulares, aquello era otra cosa. Después de esa sustitución vino otra, y luego otra, ya me había “enganchado” y disfrutaba tanto dando clase que dejé el trabajo que tenía y pasé a dedicarme a la docencia de Religión en Secundaria y Bachillerato. Había encontrado a un alumnado que, una vez más, me permitía crecer con ellos.
2. ¿Qué le sorprendió más positivamente de su formación teológica?
He sido una privilegiada porque he cursado mis estudios con chicos con vocación sacerdotal. Ellos me aportaban piedad y yo les daba normalidad.
Pero, más allá de mi experiencia personal, creo que lo que más enriquece al profesorado en general, y al de religión en particular, son la vocación y el conocimiento. Cuanto más sepamos, mejor lo vamos a poder contar porque, al fin y al cabo, somos agentes transmisores de la fe. Y, por otro lado, cuanto más disfrutemos enseñando, más y mejor va a aprender nuestro alumnado.
3.- Hace falta una vocación específica para ser docente?
Por supuesto que sí. Para ser sacerdote, médico o profesor, es imprescindible la vocación, no la intención. Esto no ha de ser una salida profesional. Si no estamos dispuestos a darlo todo, es mejor dedicarse a otra cosa. Si no estamos preparados para seguir aprendiendo, es mejor cambiar de profesión.
4.- ¿Cómo ve la asignatura de Religión en el contexto actual?
La asignatura, con la LOMLOE implantada en todos los cursos, se ha convertido en una gran aliada para la formación del alumnado. Hay que destacar que lo que se busca actualmente, en cada etapa educativa, es que el alumnado finalice la misma habiendo alcanzado un perfil de salida, es decir, un conjunto de competencias y saberes que contribuyan a desarrollar, de forma práctica, las habilidades que van a ayudarles a desarrollarse como personas y a participar activamente en la sociedad.
Esta forma de trabajar supone una oportunidad de reinventar la clase de Religión. Ya no tenemos que trabajar temas sino situaciones de aprendizaje. Yo siempre le digo a mi alumnado que si yo soy su profe de ciclismo y llevo preparado el primer tema y en el encuentro inicial veo en la puerta bicicletas de montaña y ellos me cuentan que van al monte en bici todos los fines de semana, a lo mejor, y dado el interés y la experiencia con la que cuentan, la primera situación de aprendizaje no puede ser sobre el uso de ruedines, tal vez tengamos que hablar de otros sistemas de seguridad como el casco. Y esta oportunidad que nos da el sistema, de cambiar a tiempo, no podemos desaprovecharla.
El profesorado de religión, en general, somos personas muy bien formadas, con una gran vocación para enseñar y con muchas ganas de aprender y de crecer con el alumnado. Tal vez lo que nos quede algo más lejos es asumir la responsabilidad de hacerlo todavía mejor porque tanto el nuevo Curriculum como la nueva ley, nos lo permiten.
5.- ¿Tiene sentido defenderla dentro del currículum escolar? ¿Cómo le parece que debiera hacerse esta labor?
Por supuesto que si, y no estoy “barriendo para casa” sino que realmente creo que el curriculum actual, aporta muchísimo a todas y cada una de las competencias de una forma programada, nada improvisada y seria.
La asignatura actualmente mantiene su importancia, es de oferta obligatoria, es evaluable, computa para la promoción del alumnado y lo que se ha perdido es algo que tuvo solo durante unos años y es que sume para la media. A eso puede ser que se vuelva, pero no podemos medir a las personas por sus medias sino por su calidad humana, y ahí vamos ganando.
6.- La Asignatura de Religión no es catequesis. Pero las horas que se le puedan dedicar en un Centro Escolar se han reducido mucho. ¿Le parece oportuno que haya de pensarse un refuerzo o un complemento de la formación cristiana en otros ámbitos como en el familiar, parroquial, etc.?
Las familias cristianas, con el bautismo de nuestros hijos, hemos adquirido el compromiso de educarlos en la fe, de crecer con ellos, de acompañarlos. El hecho de hacerlo va a ayudar a la formación humana de nuestros hijos e hijas. Dejar de hacerlo es rechazar oportunidades, pero somos creaturas libres y estamos en nuestro derecho de no aprovecharlo.
La enseñanza religiosa escolar ha perdido sesiones en la parte común a todo el Estado español, pero también hay que decir que las Comunidades Autónomas, que podían haberlas incrementado por su cuenta, no han aprovechado la ocasión.
Esta disminución de sesiones no creo que haya que vincularla a potenciar o reforzar la formación cristiana en otros ámbitos. Hoy en día, las aulas de las escuelas concertadas con ideario cristiano son lugares de primera evangelización, es decir, ese alumnado no ha oído hablar de Dios nunca. Las aulas de los centros educativos públicos tienen, en muchos casos, grupos numerosos de alumnado católico practicante, comprometido y participativo en alguna de las múltiples actividades pastorales de la Iglesia.
Hace unos años, no demasiados, esto no era así, y debemos aceptar la realidad que tenemos, trabajar lo mejor que sabemos y contar con que Dios está de nuestra parte. Porque los partidos se ganan en el campo de juego y, de nuevo, vamos ganado.