Desde Egipto hasta la tierra prometida por Dios a Abraham para él y su descendencia, Israel y los otros pueblos se enzarzaban en luchas por los diversos territorios. Ante el temor de los moabitas de perder sus propiedades, el rey Balac llamó al mago Balaam para que maldijera a Israel. Balaam acude de mala gana a las diversas citas del rey.
En una ocasión, su propio asno se negaba a caminar; y, queriendo convencerlo Balaam a base de golpes, dice el texto bíblico que el asno se quejó. Más adelante, constreñido a decir algo contra Israel, se pronuncia en otro sentido: “La veo, pero no ahora; la contemplo pero no de cerca: surge de Jacob una estrella y de Judá un cetro”.
A menudo nosotros confiamos hoy en llevar a cabo lo que nos agrada hacer. Tendríamos más bien que escuchar a otros, y no dejar a un lado la palabra del Señor, que nos revela, como en el caso de Balaam, que un Rey poderoso ha de venir: el Mesías, el Cristo salvador del hombre.
José Fernández Lago
Canónigo Lectoral