Una de las parroquias más pequeñas de todo el municipio carballés es Vilela aunque, sin embargo, goza de unas vistas privilegiadas a la costa, especialmente desde su iglesia dedicada a san Miguel. Su construcción, aunque sobre otra anterior, fue en la década de los años veinte del siglo XVIII. Fue en 1726 cuando, ante la ruina que presentaba, el marqués de Santa Cruz reconstruyó la capilla mayor, por una cifra de 308 reales. Sin embargo, fue necesario remodelar todo el conjunto: «Se desmoronó y fabricó nuevamente la iglesia y se alargó más las dos tercias partes que tuvo de coste y último y final remate el cuerpo de dicha iglesia, pila bautismal, cal, caleado, teja y atrio, mil setecientos y treinta y cinco reales de vellón». Para decorar aquel nuevo espacio, el de la cabecera, se adquirió un retablo, y según la documentación «fue de Santa María de Noicela, tuvo de coste noventa reales de vellón». La fábrica encargó «el camarín, la imagen de Nuestra Señora de la Concepción y la imagen del arcángel san Miguel [que] se ajustó con el entallador Pedro Jacinto Carreira, vecino del Puente de Portomouro, en doscientos y cuarenta reales de vellón».
El pintor del nuevo conjunto fue Francisco Gómez Varela, de Caión. Aunque con este remiendo los vecinos solucionaron la cubrición y dignificación de la nueva capilla mayor, en 1739 asistieron a la colocación de un nuevo retablo, el actual, obra de los escultores noieses Félix de San Luis y Domingo Ferreiro, autores de la imagen de san Antonio y san José de la misma iglesia. Presenta dos cuerpos y tres calles. En el primero, la central está enmarcada por dos columnas trapezoidales (estípites), mientras que las laterales se ven rematadas en su parte extrema por sendas pilastras. A cada lado, así como en la parte superior, los artífices de la obra introducen grandes roleos, en cuyas curvas se enrolla vegetación rizada, cintas, frutos, etcétera. En el conjunto destaca el sagrario, con expositor, donde se vuelve a ver una decoración exuberante. En cuanto a las imágenes, aparte de conservar la Inmaculada y el san Miguel del escultor Pedro Jacinto Carreira, las nuevas imágenes de los artistas noieses (juntamente con el san Juanito del expositor), fue introducido en el segundo cuerpo un Sagrado Corazón de Jesús que, pese a los repintes, parece obra de Bernardino Quintáns, escultor compostelano de finales del siglo XIX.
La pequeña Virgen del Carmen que vemos en el altar mayor presidía, antaño, el colateral del Evangelio, ocupado hoy por otra imagen adquirida en Santiago en 1880, de la que conservamos un interesante memorial en el libro de fábrica: «La nueva imagen del Carmen con su corona, conducirla desde Santiago, andas, voladores que se gastaron en la procesión que se hizo a la Gesteira para traerla en compañía de las imágenes de otros santos hasta la iglesia el 1er. domingo de diciembre…». El actual retablo del Carmen es obra del carpintero Ramón Gómez, del año 1874; en 1881, el mismo ebanista recompuso el retablo mayor —que amenazaba con desplomarse— y adelantó el sagrario, ya que en ese mismo año había hecho una nueva mesa para el altar y era incómodo coger el copón con las sagradas formas. En la hornacina superior se puede contemplar una valiosa imagen de san Miguel, sin duda la primitiva, tosca en su talla y que parece de finales del medioevo.
El retablo del lado de la epístola, neoclásico como el anterior y que sin duda le sirvió de inspiración, debió ser hecho hacia 1820, ya que en la visita pastoral de 1817 todavía estaba colocado uno más viejo, indecente, y que el visitador mandó retirar y hacerlo nuevo. Fue pintado hacia 1823. Este retablo estaba presidido por un Crucificado, que en 1863 le fueron cambiados los brazos y elaborado un mecanismo para poder doblárselos y convertirlo, así, en un Cristo para un desenclavo. Durante el año, como lo vemos hoy, estaría recostado en una hornacina que figura un sepulcro. En 1863, el párroco Pedro A. García adquirió en Santiago una imagen de la Virgen de los Dolores para su devoción particular: había sido realizada por el escultor Francisco Rodeiro, que firmó en su base, y percibió 512 reales. La imagen, al ser propiedad del cura, si moría siendo párroco de Vilela, se quedaría para esta iglesia; por el contrario, si era cambiado a otro curato, la imagen iría con él. Al final, la talla quedó a disposición de los feligreses de Vilela, que la siguen honrando en su fecha original: el viernes anterior a Domingo de Ramos, también conocido por viernes de Dolores. Sobre la Dolorosa, existe una pequeña imagen de santa Lucía, de escaso valor, seguramente decimonónica.