Echo la vista atrás y veo otras Nochebuenas, otras Navidades. Me veo de niño, de adolescente, de joven… Contemplo a mis padres, a mis hermanas. Los recuerdo colocando el Belén en un espacio tan reducido que a duras penas nos manejábamos para sacar de sus cajas de cartón a las pequeñas figuras de barro que mi padre había comprado año tras año con esfuerzo en los entrañables puestos de mi querida Plaza Mayor de Madrid. Entonces no existían los modernos mercadillos navideños, pero quizá hubiese más entraña cristiana en aquella costumbre que en el actual desenfreno consumista.
Confieso que soy hombre de diciembre. Y no sólo por haber nacido en este mes, sino por opción libre y voluntaria. Me gustaba ir a la Novena de la Inmaculada en mi parroquia y vivir con mi padre esa Vigilia de la Virgen del Adviento, palabra esta que a mí solo con leerla o pronunciarla me llena de una emoción intensa. Adviento como preparación de la Navidad.
Sí, me gusta diciembre. Me trae la certeza de que Él ha llegado. Sí, llega cada año para recordarnos que el acontecimiento de su nacimiento histórico es el más relevante en el devenir de esta humanidad que sufre ahora de incertidumbres, de dudas y temores. Él llega. Ha llegado y seguirá llegando. El Hijo de Dios es Aquel que tenía que llegar. No hay otro. No hay otro Mesías, no hay otro Salvador.
Confiamos en humanos remedios, y ello está bien, para superar la angustia de esta pandemia del coronavirus que tantas vidas se ha llevado y tantas soledades ha dejado. En breve veremos si las vacunas son eficaces. Pero hay enfermedades, dolencias del alma que no tendrán cura sin reconocer un hecho transcendente: que Él ha llegado. Cristo, en la humildad de un Niño recién nacido es la luz que iluminará nuestra mirada sobre el mundo.
No, no hay otros salvadores. Puede que alguien quiera presentarse como un pseudomesías. Por sus obras los conoceréis. Yo lo que sé es que la salvación ha llegado. Que Él, el Verbo encarnado, ha llegado.
Y en ese abismal misterio de un Dios que se hace hombre, uno de los nuestros en nuestro tiempo y nuestro espacio, ya no hay allegados sino hermanos porque somos hijos en el Hijo. La salvación ha llegado. Feliz Navidad. Yo la celebro. Nadie me la va a arrebatar.
Javier Aguado