Leemos en la Revista Vida Nueva que la pandemia del coronavirus que estamos viviendo es la mayor tragedia colectiva desde la Guerra Civil. Durante este tiempo de confinamiento escuchamos muchas voces que se preguntan dónde está la Iglesia en este momento de crisis. Aunque sus puertas estuvieron cerradas, la Iglesia, como siempre desde su nacimiento, ha estado y está presente en primera línea, acompañando a los que sufren, con la presencia y la escucha; arriesgando su vida en el cuidado y acompañamiento a los enfermos en hospitales y parroquias; acompañando a los cuidadores (personal sanitario y familias); escuchando lo vivido, el miedo sufrido, el cansancio acumulado y ayudando a elaborar el duelo; velando en las morgues a los fallecidos y encomendándolos al Buen Dios; acompañando y asistiendo en las residencias de ancianos; acompañando en la administración de los sacramentos, en la labor caritativa, que se ha triplicado en esta gran crisis, y en un largo etcétera de servicios discretos como la oración. No podía ser de otra manera porque la Iglesia, seguidora de Jesús de Nazaret, el humanizador por excelencia, es experta en humanidad, como señalaba Pablo VI en la encíclica Populorum Progressio nº13.
Comentaba José Cobo, obispo auxiliar de Madrid, que queda mucho dolor que acompañar, y que la Iglesia quiere seguir poniendo humanidad en el cuidado a las familias, a todos los dolientes, quiere “decirle a las familias que no están solas, que la Iglesia vela y reza por sus difuntos, porque eso es lo que sabemos hacer y queremos hacer en la Iglesia. Es un momento para, más que nunca, cuidarnos los unos a los otros e intentar ayudar para, desde la oración y la presencia de la Iglesia, humanizar este drama”.
En este artículo, que compartimos de Vida Nueva, leemos que España contiene un gran llanto y espera a que acabe el confinamiento y pase este estado de alarma para salir a abrazarse y para mirar al dolor a la cara. En este duelo sin consuelo, al lado de todos y cada uno, está y estará la Iglesia para acoger, acompañar, escuchar, ayudar, sanar… Y el Centro Diocesano de Escucha San Camilo se pone también al servicio de los dolientes, aportando su granito de arena en la humanización de este drama que todos estamos viviendo.
Susana Doval Rodríguez.
Centro Diocesano de Escucha San Camilo.
Archidiócesis de Santiago de Compostela.