Intervención de Mons. Barrio en Cope: 27 de abril de 2018

 

He recordado estos días la obra de José Luis Martín Vigil “La vida sale al encuentro” al hilo de sendas noticias. Una de ellas, la referida al pequeño Alfie, el bebé británico cuya historia está conmoviendo a la opinión pública y poniendo sobre la mesa un debate sobre los límites del encarnizamiento terapeútico. Solo quiero citar uno de los tuits del papa Francisco en el que dice estar “conmovido por las oraciones y la amplia solidaridad en favor del pequeño Alfie Evans” y en el que renueva su “llamamiento para que se escuche el sufrimiento de sus padres y se cumpla su deseo de intentar nuevas posibilidades de tratamiento” (tuit del 23 de abril).

La otra, habla de la aparición de un libro en el que se augura que la muerte será opcional en pocos años y que la humanidad se verá liberada del envejecimiento, considerado como una mera enfermedad. Uno de sus autores, al que muchos científicos no dejan de considerar “charlatán”, avanzaba incluso que quien no esté dispuesto a ser “inmortal”, tendrá la opción del suicidio.

Se dice que fue el gran intelectual Chesterton quien dejó escrito que “cuando se deja de creer en Dios, se empieza a creer en cualquier cosa”, una alusión apropiada para referirnos a los que difunden planteamientos más próximos a la primitiva mentalidad “mítica” que a la razón científica apoyada en el “logos”. Baste apuntar que el ser vivo, por decirlo en expresión aprendida en el colegio, es aquel que “nace, se desarrolla y muere”. La muerte es parte de la vida y la muerte de la muerte solo es entendible desde Cristo, quien al vencer la muerte con su Resurrección venció a la causa de la muerte: el pecado.

La batalla en estos últimos tiempos se traba en el terreno de la defensa de la persona, de su dignidad y de su vida. La tentación del “seréis como dioses” será siempre igual, ayer, hoy y siempre, pues en toda época alguien buscará arrogarse el papel de Dios y tratar de manipular, bien desde la genética o desde el plano de las ideas, la realidad del ser humano. Un ser personal, creado a imagen de Dios, llamado a vivir eternamente tras su muerte y la resurrección de la carne, es una realidad inefable bien lejana a una supuesta “resucitación” que suena a ficción distópica. Sí, la “vida sale al encuentro”. Y hay que defenderla a toda costa.