Queridos diocesanos:
Esta semana, recién estrenada la primavera hace unos días, quisiera compartir con todos vosotros dos reflexiones. La primera de ellas, a buen seguro también sentida hondamente por vosotros, es mi pesar personal por la oleada de incendios forestales de estas jornadas. La naturaleza, ese hogar común que nos alberga y en el que entramos en contacto directo con la realidad de la creación, es como un templo abierto a la contemplación de Dios. De ahí que cualquier acción humana, como los incendios -y mucho más si son provocados intencionadamente-, que quiebre la armonía de esa creación, sea un auténtico agravio al plan establecido por Dios.
Esta casa común, de la que tantas veces habla el papa Francisco, es una riqueza esplendorosa que hay que conservar y preservar. No somos sus dueños. Somos sus administradores. Y somos el vínculo mediante el cual será legada a nuestros sucesores. Hace tiempo los obispos gallegos hablamos sobre esta lacra de nuestro rural. Decíamos entonces que provocar un incendio es un “gesto de grave inmoralidad, en el que la persona pone de manifiesto una actitud ante los hermanos y ante la naturaleza contraria al bien querido por Dios”.
La segunda reflexión me lleva a pediros que sigáis siendo solidarios y generosos con la amplia tarea pastoral, social y asistencial de nuestra Iglesia, a la hora de hacer la declaración de la renta. El día 2 de abril dará comienzo la campaña del IRPF. Os invito a dedicar el 0,7% de vuestros impuestos al sostenimiento de la Iglesia. Bien sabéis que los ingresos económicos que pueda tener la Iglesia dependerán del número de contribuyentes que opten por asignarle ese porcentaje de sus impuestos, marcando la casilla de la Iglesia. No recibimos dinero de ningún otro lado. Haciéndolo así, no pagaréis más ni os devolverán menos si vuestra declaración resulta negativa.
La Iglesia que enseña el Evangelio a vuestros hijos, que cuida a nuestros enfermos y acompaña a nuestros mayores; que educa en decenas de colegios en virtudes cristianas y forma, por ejemplo, a los futuros sacerdotes en el servicio de la caridad y la acogida, vive de vuestras aportaciones. Y gracias a ellas puede actuar con libertad para seguir anunciando el Evangelio.