IV Miércoles de Cuaresma

Texto litúrgico

“Os aseguro que llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído, vivirán. Porque, igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio”.

Imagen

Retablo de la basílica superior de la iglesia de la Anunciación en Nazaret.

Undécima estación

María recibe de su Hijo la misión del ser la madre de todos los hombres

“Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la acogió en su casa (Jn 19, 26-27).

Comentario

Si el don de la maternidad no sucede sin dolor, y a María su maternidad le ha supuesto un camino tan duro como para contemplarlo como un auténtico via crucis, la vocación que recibe al pie de la Cruz, de dar acogida al discípulo amado, no va a quedar exenta de ofrenda. La maternidad universal de la Virgen Nazarena, asumiendo la misión que le encarga su Hijo Crucificado, se convertirá en puerto franco para todos los que andan por la vida menesterosos de amor, de ternura, de misericordia, de paz y de salud. La Madre de todos los hombres será la mujer que asume entrañablemente las esperanzas y sufrimientos de todos sus hijos.

Cuestión

En tu camino, ¿te vales por ti mismo o te encomiendas a María? ¿La tienes como refugio, auxilio, casa, puerto, amparo?

Ángel Moreno Buenfuente