Hoy, domingo 2 de febrero, la Catedral de Santiago de Compostela ha acogido la celebración de la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo y la Purificación de Nuestra Señora, al mismo tiempo que se celebró el Jubileo de la Vida Consagrada.
La ceremonia ha estado presidida por el arzobispo emérito de Santiago Mons. Julián Barrio, acompañado del delegado Episcopal para la Vida Consagrada, D. José González González. La celebración ha congregado a numerosos miembros de la vida consagrada de la diócesis, encabezada por Dª. Bienvenida García Molinero, presidenta de la Conferencia Regional de Institutos Seculares. García Molinero destacó que: “Hoy es un día para renovar nuestro compromiso de servicio y amor en la comunidad, y para agradecer a Dios por la llamada que nos ha hecho a cada uno de nosotros.”
Durante su homilía, Mons. Barrio destacó el significado de la presentación de Jesús en el templo, un acontecimiento que llama a recibir con humildad y esperanza la luz de Cristo e hizo hincapié en la necesidad de reconocer “nuestra propia necesidad de salvación y de buscar constantemente a Dios en nuestras vidas”. Recordó el ejemplo de María y José, que presentaron a Jesús en el templo y encontraron a los ancianos Ana y Simeón, quienes reconocieron en el niño, al Salvador prometido.
Mons. Barrio expresó un profundo agradecimiento a los miembros de la vida consagrada, quienes siguen a Cristo con dedicación y amor: “esta iglesia que peregrina en Santiago tiene mucho que agradeceros. Cada uno de nosotros tenemos mucho que agradeceros en esa preocupación evangelizadora que estáis viviendo conforme al carisma con el que el Señor os ha llamado a cada uno de vosotros.”
El arzobispo emérito animó a los presentes a no tener miedo y a confiar en la gracia de Dios para cumplir su misión: “Cristo nos da en gracia aquello que nos pide como misión”.
El mensaje de Mons. Barrio se centró también en la importancia de vivir y sembrar esperanza en el presente, especialmente en el contexto del Año Jubilar: “hagáis lo que podáis, sin agobios. Pero a donde no podáis llegar, lo que tenéis que hacer es pedir al Señor aquello que realmente conforme a vuestro carisma no podéis hacer”. Y añadió que es importante “que tengáis presente esta realidad para que podáis ser esos peregrinos y sembradores de esperanza que tanto necesitamos en el momento concreto que estamos viviendo.”
El arzobispo emérito destacó el papel del peregrino como aquel que busca la luz en cada etapa de su vida y la transmite a los demás: “la esperanza se fortalece en la fe y que, aunque parezca contradictorio, es precisamente en la fe donde encontramos la orientación necesaria para nuestras vidas”.
En la parte final de su homilía, Mons. Julián Barrio alentó a los miembros de vida consagrada a ser luz y esperanza en el mundo, destacando la importancia de la entrega generosa y el servicio a los demás. “Que el Señor os aliente en vuestro peregrinar para que seáis esos sembradores de esperanza que todos y cada uno de nosotros necesitamos”.
Durante la celebración, los miembros de la vida consagrada de la diócesis expresaron gratitud y bendición por haber recibido en Jesucristo “la imagen perfecta del servidor obediente, renovando su compromiso de búsqueda constante de la voluntad de amor de Dios y de caminar en comunión con Él y con sus hermanos”.
Asimismo, glorificaron al Padre por haberles dado en Cristo el ejemplo más grande de entrega y proclamaron su empeño en vivir con sobriedad, vencer el ansia de posesión con el gozo de la entrega y utilizar los bienes del mundo para la causa del Evangelio y la promoción humana. Reafirmaron también su compromiso de vivir el celibato en castidad y pureza, entregándose al amor de Dios en fraternidad y misión evangelizadora.
En el marco del Año Jubilar 2025, El lema de este año “Peregrinos y sembradores de esperanza” ha resaltado la necesidad urgente de mostrar fraternidad y esperanza en Dios como respuesta a las desesperanzas del mundo. Este encuentro anual se centra en aquellos que, a través de la consagración, dedican su vida por completo a Cristo, resaltando la belleza de sus vocaciones y los testimonios de las personas consagradas. La Iglesia invita a todos los bautizados a unirse en este camino hacia Dios, mostrando fraternidad y esperanza en un mundo necesitado de ambas.