Julián Barrio: «El peregrino no es una cifra, es viajero de lo sagrado y transmisor de saberes»

  • El arzobispo de Santiago celebra los 25 años de su ordenación episcopal inmerso en la aplicación de medidas para una renovación profunda

Julián Barrio Barrio (Manganeses de la Polvorosa, Zamora, 1946) cumple el próximo miércoles 25 años de compromiso episcopal. Obispo auxiliar con Rouco Varela en 1993 y, tres años más tarde, nombrado arzobispo por Juan Pablo II, su talante conciliador y su cercanía a la comunidad diocesana caracterizan su mandato, que ahora pone en marcha con firmeza importantes cambios derivados de la renovación en la Iglesia católica. «No podemos seguir haciendo lo que siempre se ha hecho, porque las circunstancias son distintas», enfatiza citando al papa Francisco.

-¿Cómo son sus sentimientos en el altar mayor de la Catedral 25 años después?

-Siempre nuevos. Nuestra vida está bordeando constantemente el misterio que siempre sugestiona y sobrecoge. Doy gracias a Dios por el inmenso regalo que son las celebraciones litúrgicas en la Catedral. Es motivo de alegría intuir la fe de tantos peregrinos que se han acercado a la casa del señor Santiago, casa de oración y de perdón. Y no menos me alegra la presencia constante de mis diocesanos.

-¿Es el año santo del 2021 una oportunidad para revitalizar la idea de Europa?

-Sí, estoy seguro de que lo va a ser. No podemos olvidar que Europa nace peregrinando en torno a la memoria del apóstol Santiago. Es mucho lo que desde aquí se puede aportar espiritualmente a la realidad europea. La llamada a volver a las raíces que hizo san Juan Pablo II en esta Catedral sigue vigente. La peregrinación es un programa de regeneración y está íntimamente vinculada a la solidaridad. La Iglesia y Europa se han enriquecido mutuamente con valores que no solo son el alma de la civilización europea sino que también forman parte del patrimonio de la humanidad.

-¿Qué puede aportar el Camino de Santiago al ecumenismo?

-La conciencia de uno mismo solo crece en diálogo con el otro, tejiendo la amistad como participación y comunicación del don más precioso que es la fe. El Camino ha de ser «ruta de fraternidad», como espacio, tiempo y ambiente espiritual en que los católicos den razón de su fe y de su esperanza, y fomenten el diálogo ecuménico y el interreligioso, y también con aquellos que en actitud de búsqueda vienen preguntando y preguntándose sobre el sentido de su vida.

-Usted ha vivido en Santiago cuatro años santos. ¿Ve una evolución en la dimensión espiritual?

-Percibo que hay una mayor conciencia de la dimensión espiritual de la peregrinación. Así lo notamos en la actitud de los peregrinos que participan en las celebraciones litúrgicas y sobre todo en el acercamiento al sacramento de la penitencia.

-¿Teme una banalización tras las cifras récord del Camino?

-Es una preocupación constante que yo tengo, que el Camino y la peregrinación jacobea no pierdan el sentido con el que nacieron, la dimensión espiritual como llamada a la conversión y regeneración personal. Si fuera de otra manera se convertirían en una realidad inerte. El peregrino no es una cifra, no podemos quedarnos ahí; es un viajero de lo sagrado y un transmisor de saberes.

-¿Qué le parece la nueva figura del comisario del Xacobeo?

-En lo que de nosotros dependa, estamos dispuestos a ofrecer colaboración, igual que también la pedimos. Ahora bien, como Iglesia tenemos que ser muy conscientes de lo que es la identidad y la sustancialidad del Camino y de la peregrinación jacobea. Vamos a luchar por que no se diluya esta identidad, que no se entorpezca la dinámica propia de la peregrinación y del Camino.

-Usted trabaja para que el papa visite Galicia el próximo año santo. ¿Qué posibilidades hay?

-Lo que puedo decirle es que el papa conoce la realidad del Camino y de la peregrinación jacobea, y lo que puede suponer para la preocupación evangelizadora que él está manifestando. Las posibilidades están también condicionadas por no pocas circunstancias. Para nosotros sería un don de Dios y una gran alegría que el papa pudiera venir.

-Pero diga más, ¿es optimista?

-A esta distancia de tres años no me atrevería a darle una respuesta taxativa. Lo que sí le puedo decir es que en lo que de mí dependa trataré de que podamos contar con la presencia del papa.

-Hace un año concluyó el sínodo diocesano, el primero en más de un siglo. ¿Qué está suponiendo?

-Los cambios no son fáciles y pueden parecer lentos. Hemos empezado a concretarlo en la pastoral de la vida diocesana. Es necesaria una pastoral misionera y evangelizadora más allá de la pastoral de mantenimiento. Tiene que ser de encuentro, que dé respuesta a las inquietudes y preocupaciones de la gente hoy.

-También hay importantes medidas ante la falta de sacerdotes.

-Ya se han puesto en funcionamiento las escuelas diocesanas de agentes de pastoral, con respuesta espléndida, para preparar a los laicos que lo deseen para ejercer una responsabilidad pastoral. Las necesidades ya van más allá de lo que es la circunscripción de la parroquia: las unidades pastorales serían un conjunto de parroquias, sin suprimirlas y sin perder la identidad de cada una de ellas, que, según su número, serían atendidas por uno o dos sacerdotes, por un grupo de laicos y por religiosos o religiosas si los hay en esa unidad. Cuando yo llegué hace 25 años éramos 648 sacerdotes, hoy somos 448 y con 71 años de edad media.

-¿Cuál debe ser el papel de las mujeres en la Iglesia?

-Es ya muy significativo. Pensemos la labor que realizan en la transmisión de la fe las catequistas, las madres de familia y las abuelas. Están llamadas a participar en la Iglesia sin ninguna discriminación. Y vemos su participación en los consejos pastorales y en los sínodos diocesanos.

-¿Llegará el día en que puedan desempeñar las mismas funciones que un sacerdote?

-Tenemos que ser fieles a la voluntad del Señor, lo cual no quiere decir que si la mujer no accede al sacerdocio sea una discriminación. Veo que la presencia de la mujer tiene toda normalidad. No solo lo que pueda hacer, sino lo que está haciendo hoy es muy importante, y lo valoro con todo agradecimiento.

«Claro que me gustaría ver al alcalde en la Ofrenda, pero esa es una cuestión de conciencia»

«La restauración de la Catedral favorecerá la dimensión evangelizadora que siempre tuvo»

i. carballo

Pocas sedes episcopales hay en España más «mediáticas» que la de Compostela, como corresponde a uno de los grandes centros de peregrinación de la cristiandad. Al frente de ella, Julián Barrio ha conseguido conciliar los inevitables focos con su personalidad discreta, sin concesión alguna a la estridencia, y de trabajo callado. Aunque nunca le ha temblado el pulso cuando correspondía dejar claro el mensaje de la Iglesia católica ante los más altos representantes del Estado, Barrio ejerce la máxima de no mezclar los asuntos de la política y de la Iglesia, y asume la distancia impuesta por el gobierno municipal de Martiño Noriega

-El alcalde parece haber encontrado su comprensión y la del deán a la aplicación estricta de la laicidad en la práctica institucional del Concello.

-Creo que hay que distinguir entre laicidad y laicismo, aspectos que no son lo mismo en la regulación de la convivencia y del diálogo entre la Iglesia y el poder civil. Ciertamente, sabiendo que cada persona es responsable de sus actos ante Dios y los hombres, esta va a encontrar en mí el respeto debido. Hay que recordar, además, que la fe es un don de Dios. La Iglesia que siempre tiene las puertas abiertas, no impone sino que propone libremente la fe católica, sabiendo que la conversión es fruto de la acción del Espíritu Santo.

-¿Pero no le gustaría ver al alcalde entre las autoridades en la Ofrenda del 25 de julio o el Nacimiento en el Obradoiro durante las fiestas navideñas?

-Claro que me gustaría, y el señor alcalde lo sabe, pero ahí entramos en una cuestión de conciencia de las personas. La Iglesia propone la fe católica, pero nunca la impone.

-La de Santiago, al contrario que otras catedrales, hasta ahora se ha resistido al cobro de una entrada a los visitantes. ¿Cara al 2021 podría reabrirse este debate?

-Ciertamente podría reabrirse. Mi opinión es suficientemente conocida: nuestra Catedral tiene unas características propias precisamente por ser meta de los peregrinos que vienen a venerar la tumba del Apóstol. Esto no quita para que pudieran dar voluntariamente una aportación económica quienes visitan el templo.

-Las obras de restauración de la Catedral han entrado en una fase final decisiva. ¿Va a descubrir el mundo una «nueva» basílica?

-La Catedral no va a ser nueva en la estructura, pero me imagino que será nueva a la hora de descubrir aspectos que hasta este momento no eran perceptibles. La restauración de excelencia que se está llevando a cabo va más allá de un simple maquillaje. Esto favorecerá la dimensión evangelizadora que siempre tuvo.

-¿Hay que endurecer los requisitos para obtener la compostela?

-El Cabildo ha estudiado detenidamente esta cuestión, haciéndose eco de las distintas sensibilidades, y no ha visto motivos para cambiar la práctica actual.

Satisfacción por la visita de Benedicto XVI, sufrimiento por el robo del Códice

Julián Barrio quiere derribar las barreras que puedan distanciar a la Iglesia católica de la sociedad y cree que la sencillez sigue siendo uno de los caminos para realizar esa cultura del encuentro de la que tanto habla el papa Francisco. «Sin diluir la propia identidad -afirma-, la Iglesia es consciente de lo que puede aportar a la sociedad y de lo que la sociedad le puede aportar en esa experiencia del encuentro».

-El Arzobispado de Santiago ha sido históricamente una plataforma hacia el cardenalato

-Sí, en la historia de esta Archidiócesis algunos de sus arzobispos fueron llamados al cardenalato. Pero eso no depende del arzobispo. Mi preocupación ha sido siempre dedicarme lo más posible a la Archidiócesis y no ocuparme de lo que no depende de mí.

-El próximo año santo, en agosto, usted cumplirá 75 años. ¿Un arzobispo se jubila?

-Bueno, a los 75 años tenemos que presentar la renuncia a la diócesis. No conlleva que yo tenga que jubilarme en el sentido de lo que pastoralmente pueda hacer y puedan pedirme; yo estaría dispuesto a seguir haciéndolo si me encuentro bien de salud.

-En estos cinco lustros habrá vivido momentos duros. Diga uno.

-Para mí fue muy duro lo acontecido con el robo del Códice Calixtino. Me hizo sufrir muchísimo e hizo sufrir a muchas personas. Después, claro, los comentarios fueron variopintos. Sigo pensando que hay que confiar en las personas. No entiendo una vida que la podamos vivir al margen de la confianza en las personas. Si en algún momento te fallan, habrá que buscar la forma de solventar esa situación, pero tenemos que confiar.

-Y otros momentos muy buenos.

-Sí, son muchos más. Para mí fue muy satisfactorio el de la venida del papa Benedicto XVI. Aparte de que hay otros acontecimientos, como las ordenaciones sacerdotales o el encuentro con los sacerdotes o con la vida consagrada, o con los laicos… me han llenado siempre de satisfacción. La dinámica del encuentro para mí siempre es muy gratificante.

-¿Qué mensaje quiere enviarles a los gallegos al conmemorar los veinticinco años de su ordenación episcopal?

-Ante todo, de agradecimiento. Me he sentido muy acompañado y ayudado con su oración y colaboración en el ministerio episcopal. Por otra parte, decirles que tenemos motivo para la esperanza, conociendo nuestras posibilidades y capacidad para hacer el bien y construir una convivencia más humana y fraterna.

Fuente: La Voz de Galicia | Ignacio Carballo
Foto: Sandra Alonso