La adquisición de la imagen de san José de Cereo, en Coristanco

  • PATRIMONIO RELIGIOSO | Nueva entrega de la sección del historiador del arte Luis Ángel Bermúdez

Los libros de fábrica o de cuentas parroquiales, por ejemplo de los siglos XVII o XVIII, muchas veces mencionan muy por encima la justificación de los gastos de la hechura de un retablo o de una imagen, sin indicar el autor o la procedencia de la obra.

Las iglesias contaban en aquel entonces con abundantes fondos económicos y, por este motivo, los encargos de piezas eran numerosos y los libros de cuentas recogían simples anotaciones para indicar las salidas de dinero. Cuando llega el siglo XIX, el Estado desamortiza y se hace con los bienes eclesiásticos; las parroquiales pierden su poder y los gastos en nuevas obras se hacen con cuentagotas, manteniendo los bienes que se realizaron en el siglo anterior.

Por eso, cuando se adquiere por necesidad una imagen, se hace por obligación un retablo o se construye parte de la iglesia, los sacerdotes se harán eco de los proyectos, gastos e inauguraciones como una proeza digna de ser conocida. Por eso, a partir de mediados del XIX, en los libros de fábrica se harán extensos memoriales para conmemorar gastos importantes y extraordinarios.

Uno de estos ejemplos se conserva en el libro de la cofradía del Rosario y de san José de la parroquia de Cereo, redactado en 1901 por el párroco José María Abelenda. En un apartado se expone la compra de una nueva imagen de san José para la iglesia, ya que la anterior efigie barroca estaba totalmente carcomida: «En el año mil y novecientos uno adquirí una hermosa imagen de San José que expuse a la adoración pública en el mes de marzo consagrado al excelso patriarca, cuya imagen sustituye a otra muy vieja y de ningún mérito artístico. Hizo la nueva imagen Don Ramón Núñez Fernández, profesor de la escuela de artes y oficios de la ciudad de Santiago y costó la cantidad de mil ochocientos setenta reales sin incluir en esta firma el importe del embalaje y conducción, la vara del santo, su aureola y potencias del Niño de plata fabricadas en el taller de Don Andrés Legrande, platero de dicha ciudad, costando estos objetos trescientos setenta reales […]. Previa autorización que obtuve del Emmo. Sr. Cardenal Don José Martín de Herrera y de la Iglesia, en el 26 de febrero de este año bendije la imagen según la rúbrica […]. Esta imagen fue donativo mío, excepción hecha de los objetos de plata y gastos de embalaje y conducción que la satisficieron los vecinos de Cereo».

Éxito de la primera fiesta

El entusiasmado párroco continúa relatando el éxito de la primera fiesta de San José, donde hubo misa solemne predicada por su sobrino sacerdote, comulgaron en dicha eucaristía ochenta y nueve personas y, entre los demás asistentes, fueron repartidas estampas y devocionarios para hacer apostolado de la devoción josefina. Actualmente, la imagen se encuentra situada en el primer cuerpo del retablo mayor, en la hornacina de nuestra izquierda.

Algo parecido sucedió en Traba tres años después, en 1904, con la adquisición de dos imágenes del sagrado corazón de Jesús y de la Inmaculada, junto con otros muchos enseres costeados por el párroco José García Amigo, quien se preocupó de dejar clara constancia de su piadosa compra en el libro de fábrica y culto: «Manifestación: La hace el que suscribe que con el beneplácito del Emmo. Cardenal se compraron a expensas del que abajo firma dos efigies del Sagrado Corazón de Jesús y de la Inmaculada Concepción que costaron cuatro mil cuatrocientos reales, puestas en la iglesia parroquial de Santa María de Traba. Compró el mismo dos escaparates de madera de castaño barnizados, cubiertos de cristales a los costados en mil doscientos cuarenta reales. Igualmente compró un estandarte de seda azul con la imagen de la Inmaculada en bordado en ochocientos reales para la Asociación de las Hijas de María. También compró dos andas de madera de castaño para las efigies ya dichas en quinientos reales».

 

Luis Ángel Bermúdez Fernández
Artículo publicado en La Voz de Galicia