La capilla del Rosario de Tibiáns (Viladabade, Tordoia)

Si entramos en una de nuestras iglesias rurales, y contemplamos las imágenes que se veneran en cada una de ellas, nos daremos cuenta de que las advocaciones marianas más repetidas son tres: Nuestra Señora del Rosario, del Carmen y de los Dolores. La primera de ellas, implantada en Galicia gracias a las predicaciones de los dominicos y de otros muchos misioneros, estuvo vigente hasta el siglo XVIII; de hecho, en la documentación parroquial suele nombrarse exclusivamente como “Nuestra Señora”, dando a entender que era la advocación más unida a la persona de la Virgen María. En el siglo XVIII empezó a extenderse el título de Nuestra Señora del Carmen, gracias a las prédicas del P. Colmenero, que pasó por nuestra diócesis anunciando las grandezas del santo Escapulario. Sin embargo, en el siglo XIX, fruto de la inestabilidad social y política, arraigó con fuerza en nuestras feligresías la devoción a los Dolores de la Santísima Virgen, cuyas imágenes -casi todas de vestir- comenzaron a poblar los altares. Aparte de erigir cofradías en su honor, se expandió la Orden Tercera Servita, donde los fieles se congregaban de una forma más comprometida con el fin de difundir la devoción a la Virgen de los Dolores. Una de ellas, por ejemplo, se instituyó en la parroquia de San Julián de Cabaleiros, en el municipio de Tordoia, en los años primeros de la segunda mitad del siglo XIX. La imagen, de bulto redondo, fue realizada por el escultor compostelano Francisco Rodeiro, que a su vez actuaba en Santiago como delegado de la Congregación ante la curia diocesana: “Entregó a don Francisco Rodeiro de Santiago, catorce reales que este había suplido por derechos al señor Fiscal Eclesiástico en el dictamen que emitió sobre las constituciones particulares según recibo puesto al principio de este libro”. Como nota aparte, en la gira pastoral de 1671 el visitador dio cuenta de que el anciano párroco de Cabaleiros, don García de Liébana, había tenido un hijo en sus andanzas de mocedad, ya que todavía no se habían implantado las disposiciones en materia de celibato. El hijo se llamaba Bartolomé de Llamazares, y fue un importante cantor de la capilla real de Carlos II. Era clérigo de menores, músico y vecino de Madrid; estuvo alguna temporada en Cabaleiros visitando a su padre, como en 1678.

Regresando al tema central de este artículo, en el siglo XIX se estaba renovando una capilla cercana a esta parroquia de Cabaleiros, en la vecina feligresía de San Ciprián de Viladabade; esta ermita estaba dedicada a la Virgen del Rosario que se encontraba, y todavía se mantiene, en la aldea de Tibiáns. Aunque en la zona había irrumpido con fuerza la devoción al Carmen y a los Dolores, el título del Rosario era muy estimado por el pueblo. Aunque no sabemos a ciencia cierta cuándo se elevó esta capilla o cuándo se instauró la advocación, lo que sí conocemos es que ya a principios del siglo XVIII existía la cofradía, por lo que tenemos que remontar su existencia muchas más décadas atrás en el tiempo. Como antes fue indicado, la capilla sufrió una gran reforma en el siglo XIX, motivada no solo por la necesidad en la que estaba, sino también por la afluencia de romeros y las abundantes limosnas que estos ofrecían. En el año 1841 se levantó la fachada, construida con piedra extraída de los montes de Xavestre: “Ídem es data mil ciento veintiún reales que costó hacer la fachada de la capilla, incluso el mesado de la espadaña”. En las cuentas del año siguiente se recoge la reconstrucción de los muros y también del atrio, actuando como maestros canteros Vicente Cerqueiro da Costa y Juan Calvo do Vilar: “La es de dos mil sesenta y siete reales y veintidós maravedís que importaron los jornales de los maestros canteros que hacen la pared o lienzo de la capilla a cimentis de la parte del medio día y la de la parte del cuarto de la misma hasta junto el arco del coro, hacer el pinche por la parte de naciente, hacer toda la pared del atrio como se reconoce con sus cubiertas y asientos y la subida o escalera que sube de la parte del vendaval y da entrada para el mismo, hacer los remates y cruz de cantería de la misma repetida capilla”. Después de concluir los canteros, entraron a trabajar los maestros de carpintería Pedro Souto, Juan Fieira y Juan Fernández, vecinos de Santa María de Rus, para hacer el artesonado, cubierto con tejas traídas de Silván. Del mismo modo, estos artesanos había retirado el retablo -cuya fecha de ejecución ignoramos, aunque se podría colocar en los inicios del siglo XVIII- para evitar que se estropease con las obras. Toda la reforma fue dirigida y supervisada por fray Juan Conde, monje benedictino residente en Compostela. En el año 1851 se construyó la tribuna y, en 1848, dado que el atrio era bastante reducido, se adquirió un terreno para poder ampliar el espacio circundante, con el fin de dar más comodidad a los romeros y devotos que asistiesen a las fiestas de la Virgen. En los días solemnes, a juzgar por la documentación, la Misa era celebrada en el exterior, en un oratorio lateral, dada la concurrencia de fieles.

Anteriormente, en 1826 y 1836, la cofradía y los fabriqueros habían ordenado reparar la capilla, dignificando su aspecto y la zona circundante. En la primera fecha se invirtieron 890 reales, entregados al cantero Manuel Roibal, Pedro Vilar y Francisco Grabán, por losar la sacristía, la parte norte y solano de la capilla y por recebar y calear todo el conjunto. Por el contrario, en 1836, se gastaron 2910 reales en reedificar el artesonado del presbiterio y la pared del vendaval de la capilla, trabajos que hizo el cantero Salvador Pereiro, vecino de Rus.

El santuario tenía tantos ingresos, como antes fue señalado, por las caridades y limosnas que ofrecían los romeros. En 1832, por ejemplo, la ermita ayudó a pagar dos campanas para la iglesia parroquial, ya que no contaba con los caudales suficientes para ello. De igual modo, para acoger a los devotos que venían desde largas distancias, se levantó un “hospital” anejo a la capilla. Su construcción tuvo lugar en 1839, aunque antes ya existía una casa para tal fin: “La es de mil quinientos ochenta reales en que se remató la obra de la casa del hospital de Nuestra Señora, sabiendo ha salido a posturas el día cuatro, once y dieciocho de agosto de este presente año de treinta y nueve siendo en este día el remate, según el papel de condiciones, en el más ventajoso postor que lo fue Felipe Míguez, vecino de la parroquia de San Miguel dos Agros de la ciudad de Santiago, cuya obra pagaron los siguientes fabriqueros”. Junto a las dependencias, el hospital contaba con huerta y cocina. Actualmente, la planta de la capilla quedó configurada como un rectángulo, en el que se incluye el presbiterio, una sacristía en el lado del evangelio y, en el exterior y en el lado de la epístola, se mantienen los restos del oratorio.

En cuanto al patrimonio mueble de la capilla, el presbiterio está cerrado por una reja alta y, a su vez, este espacio se encuentra presidido por un retablo del siglo XVIII. En él se sitúan las imágenes de san José, posiblemente obra de los mejores talleres compostelanos de la segunda mitad del siglo XVIII, un san Bartolomé (de la misma cronología que el anterior) y un san Ramón Nonato, atribuible al escultor Meis. En cuanto a la imagen de la patrona, la Virgen del Rosario, es una efigie de vestir que se guarda durante el año en la parroquial, y es trasladada en procesión hasta la capilla con motivo de las fiestas.

Luis Ángel Bermúdez Fernández