La Dedicación de la iglesia monástica de San Paio de Antealtares

Dice el aforismo latino que “el fin corona la obra”; en el caso de la terminación de una arquitectura empleada en el culto divino, el remate es coronado por la ceremonia de Dedicación o de Bendición. La actual iglesia monástica de San Paio de Antealtares tuvo su conclusión en el año 1707, levantada en una planta en cruz griega, aunque con el paso de las décadas se iría engrandeciendo con un renovado y suntuoso patrimonio mueble. De este modo, el 22 de mayo de ese año tuvo lugar la Dedicación, si bien, el día 20 se procedió a bendecir dicho templo. En el archivo de Antealtares se conserva un memorial sobre este hecho, que anualmente se conmemora con una Misa solemne: “En 22 de mayo de 1707 se cumplió el día de la Dedicación de la nueva iglesia de San Payo, cuya bendición hizo dos días antes nuestro Padre Maestro Fray Pedro Magalla, Maestro General de nuestra sagrada religión y Abad de este Real Monasterio. En el día 21, a las cuatro de la tarde, salió de San Martín el Santísimo que llevaba el Padre Prior mayor, su paternidad Fray Antonio de Soto, las varas del palio nuevo, que a esta casa dio don Diego de Murga, marqués de Monte Sacro, llevaban seis prebendados, los primeros de la iglesia; gobernando la procesión otras dos dignidades; llevaba el primer pendón don José Arias, inspector del Ejército, y el estandarte don Gregorio Luaces, acompañaban esta solemne procesión las imágenes de Nuestra Señora, el Niño, Nuestro Padre San Benito y San Pelayo, ricamente adornados”. La procesión para el traslado del Santísimo salió de San Martín por la portería, nominada como nueva, en la Azabachería, hoy plaza de la Inmaculada; encabezando la misma iba la cruz rica del monasterio de Pinario, clérigos seculares, gremios del vino, sastres, zapateros, cuatro danzas, los gigantes del Cabildo, las imágenes de los santos antes mencionadas, además de “96 conventuales, sin la concurrencia de muchos huéspedes y priores de prioratos que vinieron a las fiestas”; también las autoridades municipales, militares, destacando la presencia del Capitán General del Reino de Galicia. No es de extrañar, por tanto, que al situar el Santísimo en un altar efímero montado en la portería, la cabecera de la comitiva estuviese ya dentro de la Catedral aguardando y, a su vez, cuando esta se situaba en las proximidades de Antealtares, todavía entraba el Sacramento por la puerta de Azabachería. Hubo dos paradas más aparte de la citada en la portería de Pinario: en un altar portátil de la Basílica, preparado en el centro de la misma, donde -cesando las chirimías- “se estrenó el órgano mayor, que a su costa hizo el Ilmo. Sr. don Fray Antonio de Monroy”, y otra estación en la Quintana de Muertos, donde se entonó el tercer villancico. Si el interior de las arquitecturas por donde pasaba la procesión estaba adornado de tapices y ricas telas brocadas, a su paso por el exterior se tiraban gran cantidad de cohetes, acompasados con el repicar de las campanas de todas las iglesias circundantes. Al llegar a San Paio, depositado el Santísimo Sacramento, se inició solemnemente el canto de Vísperas, presididas por el abad de Celanova, fray José Sotelo. En aquella memorable jornada, “a la noche hubo fuegos, con mucho ruido de campanas de todas partes”. Hubo varios días de celebraciones: el segundo día celebró Misa Pontifical el abad de Samos, Fray Diego de Ojea, y predicó Fray Plácido Mosquera, anterior Abad de la misma casa; el tercer día, el abad de San Martín, pronunciando un elocuente sermón Fray Martín Navarro, prior de ese monasterio. En cada día, aparte de la celebración de la Misa, se ponía en manifiesto el Santísimo Sacramento, siendo reservado a las cinco de la tarde, hora en la que se lanzaba una buena cantidad de cohetes.

El memorial termina datando la realización de las obras conforme al abadologio del monasterio, así como a la sucesión de los distintos superiores de la Orden Benedictina en España: “Se empezó la obra siendo General de nuestra sagrada religión nuestro Reverendísimo Padre Maestro Fray Anselmo de la Peña y Abadesa doña María Sarmiento, se prosiguió siendo General nuestro Reverendísimo Padre Maestro Fray Benito de la Torre y Abadesa doña Mariana de Acuña, y se dedicó siendo General nuestro Reverendísimo Padre Maestro Fray Juan Bautista Lardito, jubilado en la de prima [de teología] de la Universidad de Salamanca y Abadesa doña Juana Francisca de Zuñiga”.

 

Luis Ángel Bermúdez Fernández