La entretela: Tú importas para generar vida

Son tantos los mensajes del Papa Francisco en su Visita a África que es poco este espacio para abarcarlos. Pero parafraseando sus palabras se nos invita a mirar las manos, y preguntarse “¿tus manos te parecen pequeñas y débiles, vacías e inadecuadas para tareas tan grandes? Quisiera llamar tu atención sobre un detalle: todas las manos son similares, pero ninguna es igual a la otra; nadie tiene unas manos iguales a las tuyas, por eso eres un tesoro único, irrepetible e incomparable Nadie en la historia puede sustituirte.”

Así que el Papa a través de esa imagen nos recuerda nuestras fortalezas y también la imagen de las manos puede expresar cómo unirnos al prójimo.

Mirando una mano se puede ver representada cada una de las fortalezas del cristiano; oración, comunidad, testimonio de Cristo con honestidad, la fragilidad vivida desde el amor y el perdón y el servicio:

– Al pulgar, el dedo más cercano al corazón, corresponde la oración, que hace latir la vida. Oración llena de vida dirigida a Quien te conoce, cree en ti y te ama.

– Al índice, que se usa para indicar algo a los demás, a los otros, a la comunidad, porque la comunidad es el camino para estar bien consigo mismo, para ser fieles a la propia llamada. Porque las decisiones individualistas, que al principio parecen atrayentes, sólo dejan un gran vacío interior.

– Al dedo central, que se eleva por encima de los otros se le permite recordarnos algo imprescindible. La honestidad, entendida como ejercer de cristianos dando testimonio de Cristo. Sin honestidad, dirá el Papa somos paganos.

– Al cuarto dedo, el anular. En él se ponen los anillos nupciales, y es el que más cuesta levantar. Este dedo nos recuerda que las grandes metas de la vida, el amor en primer lugar, pasan a través de la fragilidad, el esfuerzo y las dificultades. En nuestra fragilidad, en las crisis, la fuerza que nos permite seguir adelante es el perdón. Perdonar quiere decir saber empezar de nuevo. Perdonar no significa olvidar el pasado, sino no resignarse a que se repita. Es cambiar el curso de la historia. Es levantar al que ha caído. Es aceptar la idea de que nadie es perfecto y que no sólo yo, sino que todos tienen el derecho de empezar de nuevo.

– Al dedo más pequeño, continua Francisco, le corresponde recordar que soy poca cosa y el bien que puedo hacer es una gota en el mar. Pero es precisamente la pequeñez, el hacerse pequeño, lo que atrae a Dios. La palabra clave en este sentido es servicio. El que sirve se hace pequeño. Como una semilla minúscula, parece que desaparece en la tierra y, sin embargo, da fruto. Según nos dice Jesús, el servicio es el poder que transforma el mundo.

Vale la pena mirar nuestras manos, y ponerlas al servicio de la Comunidad para avanzar juntos. Francisco nos indicó tres modos de usar nuestras manos como en su día hizo Moisés cuando ya no era príncipe de Egipto, sino un sencillo pastor:

Moisés con el bastón en sus manos, Moisés con las manos extendidas y Moisés con las manos alzadas al cielo. El bastón en las manos representa a quien intercede en favor del pueblo. Las manos extendidas nos indican, en la historia de la salvación, que Dios va a actuar y, por último, las manos alzadas al cielo representan a aquellos que piden a Dios poniéndose al lado de quien más lo necesita.

Mirando así a nuestras manos, ellas nos señalan el modo de ser honestamente cristiano, con ellas es posible avanzar en la consecución del bien común, bien que pasa por la unión de la comunidad y este es un mensaje universal para cada uno en su entorno.

M.P.