En sus catequesis, el Papa comenta, en relación al himno a la caridad- de la Primera Carta a los Corintos- que “los cristianos de Corinto eran más bien pendencieros, había divisiones internas, había quienes pretendían tener siempre la razón y no escuchaban a los demás, considerándolos inferiores” y dice “Probablemente todos estaban convencidos de que eran buenas personas y, al ser interrogados sobre el amor, habrían respondido que el amor era, sin duda, un valor muy importante para ellos, al igual que la amistad y la familia”. Porque, dice el Papa, en las personas del amor de Dios ayer, igual que hoy, no hay mucho rastro, pues el amor de Dios tiene unas características específicas ya que se trata “No el amor que sube, sino el que baja; no el que quita, sino el que da; no el que aparece, sino el que está oculto.”… es decir, “un amor que viene de Dios y se dirige a Dios, que nos empuja a amar a Dios, a convertirnos en sus amigos, y nos impulsa a amar al prójimo como Dios lo ama, con el deseo de compartir la amistad con Dios. Este amor, por causa de Cristo, nos lleva a donde humanamente no iríamos: es amor por los pobres, por lo que no es amable, por los que no nos quieren y no son agradecidos. Es amor por lo que nadie amaría; incluso por el enemigo” ya que “El amor cristiano abraza lo que no es amable, ofrece el perdón … cuanto amor hace falta para perdonar: El amor cristiano bendice a los que maldicen, … Es un amor tan audaz que parece casi imposible, y sin embargo es lo único que quedará de nosotros. El amor es la “puerta estrecha” por la que debemos pasar para entrar en el Reino de Dios”
Pide el Papa, una vez más, que llevemos con nosotros un evangelio pequeño para “que nos nutramos todos los días de las Palabras de Dios, de las Palabras de Jesús, inspiradas por el Espíritu”, y lo pide porque, dice el Papa, son Palabras Fecundas que “expresan sentimientos maravillosos, como el afecto, la gratitud, la confianza, la misericordia. Palabras que nos permiten conocer una relación bella, luminosa, concreta y duradera, como es el Amor eterno de Dios: las palabras que el Padre y el Hijo se dicen. Son precisamente las palabras transformadoras del amor las que el Espíritu Santo repite en nuestro interior, y las que nos hace bien escuchar, porque estas palabras hacen nacer y crecer en nuestro corazón los mismos sentimientos y los mismos propósitos”.
Muestra el Papa el siguiente método; lectura de la Palabra y adoración “sencilla y silenciosa” “Y allí, digamos dentro de nosotros palabras buenas, digámoslas al corazón, para poder decirlas luego a los demás, los unos a los otros; de este modo se ve que provienen de la voz del Espíritu que consuela.”
Por último, el Papa en sus catequesis, también ha hablado de la virtud de la humildad ya que esta “devuelve todo a su justa dimensión: somos criaturas maravillosas pero limitadas, con virtudes y defectos” y la humildad para el Papa “Es la primera Bienaventuranza porque es la base de las que siguen: de hecho, la mansedumbre, la misericordia, la pureza de corazón surgen de ese sentimiento interior de pequeñez. La humildad es la puerta de entrada de todas las virtudes.” y el ejemplo de humildad que presenta el Papa es María, la madre elegida que “En un mundo que es una carrera para aparentar, para demostrarse superior a los demás, María camina con decisión, solamente con la fuerza de la gracia de Dios, en dirección contraria.”, y termina el Papa su catequesis con estas palabras “la humildad es todo. Es lo que nos salva del Maligno y del peligro de convertirnos en sus cómplices. Y la humildad es la fuente de la paz en el mundo y en la Iglesia. Donde no hay humildad hay guerra, hay discordia, hay división. Dios nos ha dado ejemplo de humildad en Jesús y María, para que sea nuestra salvación y felicidad. Y la humildad es precisamente la vía, el camino hacia la salvación.”
En estos días, ante un mundo convulso, el Papa llama a que la Palabra acalle la palabrería, aporte humildad, y permita amar en la dimensión divina.
María Puy