La libertad del Espíritu del Señor

El Señor le concedió su Espíritu a Moisés y a otros setenta ancianos, que en seguida se pusieron a profetizar. A dos de ellos, que se habían quedado en el campamento, también se lo concedió el Señor; y, al pedirle un joven a Moisés que se lo prohibiera, Moisés respondió que sería un gozo el que todo Israel profetizara. El Espíritu del Señor se da con holgura, sin los límites.

Santiago se pronuncia contra los hombres que se enriquecen con el dinero que le correspondería a los pobres. Los gritos que estos profieren, llegan hasta el Señor, y son tenidos en cuenta por Él. Quien se comporta de ese modo, viviendo con lujo en esta tierra a costa de los empobrecidos por ellos, habrá de mejorar mucho sus caminos, si quiere acceder a la vida que el Señor ofrece.

El apóstol San Juan intentaba impedir que uno que no era del grupo de Jesús echara demonios en nombre del Maestro. Jesús se lo permite, al considerar que, quien echa demonios en su nombre, no podrá estar en contra de él. Jesús aprovecha la ocasión para anunciar que, quien dé aunque solo sea un vaso de agua a un discípulo, no quedará sin recompensa. En cambio previene contra los escándalos, y dice que es mejor perder un miembro que lo provoque, antes de poner en peligro el acceso a la vida eterna.

José Fernández Lago