La sabiduría, luz para el mundo

La 1ª lectura de la Misa de esta Domingo II después de Navidad nos enseña que, desde siempre, existe la Sabiduría junto a Dios. Esta Sabiduría se le comunica a la heredad de Jacob, a los descendientes de aquel a quien Dios cambió su nombre en Israel, porque le había contemplado. En la plenitud de los tiempos, la Sabiduría fue comunicada a la heredad de Jacob, para que residiera en el monte Sión, la Jerusalén de los tiempos de David. Como antes había tenido su sede junto a Dios, ahora reside en su heredad, en el pueblo santo.

San Pablo se dirige a los Efesios y da gracias a Dios por sus bendiciones a favor del hombre por medio de su Hijo Jesucristo, para que llegáramos a ser santos e irreprochables en su presencia, por el amor. S. Pablo le pide que Dios nos dé espíritu de sabiduría y de revelación, para que comprendamos cuál es la gloria a la que nos destina y cuál su poder, manifestado en su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

El Evangelio de hoy habla del Verbo o reflejo del ser de Dios, una persona que existe desde siempre junto al Padre. Por medio de él creó el mundo. Lleno de vida, nos ha sido enviado como palabra y como luz que brilla. Las tinieblas quisieron silenciarla y apagarla, pero no lo consiguieron. El Señor envió como testigo de la luz a Juan el Bautista, para que todos creyéramos por su testimonio y nos hiciéramos hijos de la luz. Sin embargo no fue reconocido. Pero a cuantos le recibieron, les da el poder ser hijos de Dios, al haber nacido de él. Ese Verbo o Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto en él la gloria del Padre, lleno de gracia y de verdad.

José Fernández Lago