Las lecciones de Nazaret

“Llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán” (Mc 1,9).

El salto grande que se da en la vida de Jesús, desde celebrar los misterios de su nacimiento e infancia hasta introducirnos -ya con treinta años- en los maravillosos prodigios de su bautismo, no lo celebra el año litúrgico; no hay espacio para considerar los largos años en que permanece en el silencio de una existencia ordinaria. Quiero detenerme en esa vida oculta del Señor, y dejo para otra ocasión tratar del Bautismo que Jesús recibe de Juan, con el que inaugura su vida pública, en que: “el Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción viene a ´posarse` sobre él”, y “las aguas fueron santificadas para que el cristiano por el bautismo se asimile sacramentalmente a Jesús”.

¡Jesús llega de Nazaret! Allí pasó su vida, allí se formó… Nació en Belén, sus primeros años fueron en el exilio, la Sagrada Familia vivió refugiada en Egipto; al regreso, Jesús, María y José habitan en Nazaret, por eso -a modo de insulto- se le denomina “el Nazareno”, como equivalente a nuestro “aldeano”. Pero allí, en Nazaret, en silencio, retirado, inadvertido para el mundo, el Verbo encarnado también “se encarna”, experimenta como nadie el vivir humano; más tarde, a todo “le sacará punta” para hablarnos de lo divino: amos y criados, reyes que preparan la guerra, el trajín de los mercaderes, los niños que juegan en la plaza, las mujeres que amasan el pan o barren la casa, el amigo inoportuno… Allí está toda la vida humana…, vivos cuadros de costumbres, llenos de colorido: los árboles, los pájaros del cielo, el mar, la semilla de la cosecha, las flores, el vino en sus odres, el vestido nuevo o usado, la moneda perdida… Todo en él es natural y simple, evangeliza con sencillez, con una fuerza humano-divina que impele a seguirle.

Preguntaba el catecismo que me tocó estudiar de pequeño: ¿Qué hizo Jesús hasta la edad de treinta años? Y contestaba:  Llevó una vida intensa de oración, pobreza, trabajo y obediencia para darnos ejemplo, ya que en toda su vida se muestra como nuestro modelo. La vida oculta de Nazaret permite a todos entrar en comunión con Jesús a través de los caminos más ordinarios de la vida humana. San Pablo VI, en su viaje a Palestina -en 1964-, decía en su famosa alocución, recogida en la Liturgia de las Horas y en el actual Catecismo: “Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su Evangelio… Y hablaba de las lecciones del silencio, de la vida familiar, del trabajo…

Oración: Jesús entró en el mundo con una oración: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”, y salió con otra oración: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Su oración fue constante, sine intermisione, sin parón alguno. ¿Cómo entrar en el espíritu de “oración comunitaria” que impregna la Sagrada Familia? Pobreza: El desasimiento es tal que allí no hay nada propio, todo está en función de la Redención. Llega al extremo de que: “El hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza”. Trabajo: En el taller de José es donde el Redentor del hombre se “especializa” en un quehacer manual. Y así será conocido como “el Hijo del Carpintero”. En su libro Un viaje a Tierra Santa, nos dice la periodista Covadonga O´Shea: “En Nazaret lo más sugestivo y evocador fue encontrar en una  calle una carpintería, con un olor especial de madera recién cortada impregnando el aire. Algo se me paró en mi interior al ser consciente del fenómeno”. Sobre aquel trabajo, enseña san Josemaría: ” … al haber sido asumido por Cristo, el trabajo se nos presenta como realidad redimida y redentora: no sólo es el ámbito en el que el hombre vive, sino medio y camino de santidad, realidad santificable y santificadora (…)  José ha sido, en lo humano, maestro de Jesús, le ha tratado diariamente, con cariño delicado, y ha cuidado de él con abnegación alegre… Jesús debía parecerse a José: en el modo de trabajar, en rasgos de su carácter, en la manera de hablar. En el realismo de Jesús, en su espíritu de observación, en su modo de sentarse a la mesa y de partir el pan, en su gusto por exponer la doctrina de una manera concreta, tomando ejemplo de las cosas de la vida ordinaria, se refleja lo que ha sido la infancia y la juventud de Jesús, y por tanto, su trato con José”. Obediencia: Una de las pocas noticias que tenemos de su vida en Nazaret es el sometimiento de Jesús a sus padres. Después de encontrarle en el Templo se nos dice: erat subditus illis, “les estaba sujeto”, es decir, vivía bajo su obediencia. Momentos antes Jesús se mostraba obediente a la voluntad del Padre, pero obedecer a Dios es también obedecer la voluntad de sus padres. La obediencia es una virtud que nos hace muy gratos a Dios. Y María -que se llama a sí misma la esclava del Señor, “guardaba todas estas cosas en su corazón”. Obedece San José con presteza, las cosas que se le ordenan de parte del Señor, y el Evangelio muestra muchos ejemplos de personas que supieron obedecer, para que esta virtud forme parte del quehacer de la Iglesia.

“Y Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y de los hombres” (Lc 2,51-52).

Jomigo