El profeta Elías, según cuenta el libro 1º de los Reyes, echa su manto sobre Eliseo. Quiere ello significar la llamada que Dios le hace al ministerio profético. El Señor llama a Eliseo a suceder a Elías. Eliseo acepta esa llamada, pues ve que tiene vocación, pero le pide a Elías un poco de tiempo, para despedirse de sus padres. Aprovecha además para celebrar un convite con sus amigos. Después de la despedida, Eliseo se puso a las órdenes de Elías.
San Pablo se dirige a los Gálatas, dando importancia a la fe, que nos pone en relación con la obra salvadora de Cristo, y considerando que los cristianos de origen judío han quedado libres de la sumisión a la Ley mosaica. Añade que, una vez liberados del yugo de la Ley, no deberán adquirir otros yugos que los vuelvan siervos. De ahí que les anime a evitar todo tipo de egoísmo, y mostrar en cambio el amor a los demás, haciéndose incluso siervos de ellos, por amor.
En el Evangelio vemos a Jesús cruzando Samaría, en dirección a Jerusalén. Al pedir sus discípulos alojamiento y encontrarse con el rechazo de aquella gente, Santiago y Juan intentaban arremeter contra ellos, pero Jesús les reprendió, y no lo hicieron. San Lucas nos ofrece además el ejemplo de unas posibles vocaciones. Uno se siente movido a seguir de cerca de Jesús, pero el Señor le retrae de hacerlo, pues, aunque se imaginara otra cosa, él no tiene dónde reclinar la cabeza. A otro fue Jesús quien le pidió que le siguiera, pero él puso condiciones respecto de su familia, y Jesús prescinde de él. Finalmente otro quiere tomarse tiempo, pero se ve que el anuncio del Reino no puede esperar, y se quedó sin seguir a Jesús.
José Fernández Lago