Una canción que he aprendido en mi infancia consideraba triste “el andar por la vida por senda perdida, lejos del hogar, sin oír una voz cariñosa que diga amorosa ‘llegó Navidad”. En este sábado celebramos esa fiesta del Nacimiento de Jesús, el hijo de Dios, que quiso nacer en una familia, constituida por José y por María, junto con él. Ese niño, que era hijo del Eterno Padre, optó por nacer pobre, desamparado, a pesar de llevar sobre sus hombros el peso de todo el Universo.
La 1ª lectura de la Misa de mañana, día de la Sagrada Familia, desarrolla lo que sería el 4º Mandamiento de la Ley de Dios. Hemos de honrar al padre y a la madre. Esto le agrada tanto al Señor, que, quien lo haga, acumulará tesoros. Nos previene para que, aunque nuestros padres, llegado un determinado momento de su vida, pierdan el juicio, les respetemos y queramos siempre. Este texto tiene hoy otra lectura: aunque, al llegar nuestros padres a la vejez, pensemos que, estando en una residencia, conseguiríamos nosotros más libertad, debemos tratar de darles en casa todo el cariño que merecen.
La 2ª lectura, de la Carta de San Pablo a los Colosenses, es una exhortación al verdadero amor entre los diversos miembros de la familia. En una sociedad en la que el varón debía dirigir la casa y toda actividad pública, se le pide que sea cariñoso con su esposa. Pide también el Apóstol que todos los miembros de la familia estén unidos. Para ello, ruega que la palabra de Cristo habite entre ellos en toda su riqueza. De ese modo, estarán siempre dispuestos a perdonar y a llevar a cabo en la vida el auténtico amor.
El Evangelio según San Lucas muestra lo acontecido en el viaje de la Sagrada Familia a Jerusalén, para celebrar la fiesta de la Pascua. Jesús se queda en la Ciudad Santa -en el templo-, entre los doctores, pues la Biblia enseña que había de ocuparse de las cosas de su Padre. Eso les responde a su madre y a José, cuando la primera le pide explicaciones de su modo de obrar. En realidad, parece lógico que algún día manifestara de modo público que era el Hijo del Padre celestial, y que debía poner en práctica lo que Él le indicaba.
José Fernández Lago