La diócesis compostelana —con sus 1.069 parroquias, sus seminarios, archivos, casas de ejercicios y delegaciones— recoge en este documento anual la huella de un año entero. La memoria es a la Iglesia lo que un diario íntimo es a una familia: páginas que guardan la constancia de lo vivido, los logros y las dificultades, lo sembrado en secreto y lo celebrado en comunidad.
Allí están las cifras que hablan: los sacramentos que marcan el pulso de la fe, los niños que descubren el Evangelio en catequesis, los misioneros que cruzan fronteras, los voluntarios de Cáritas que abren puertas en A Coruña, Arousa, Carballo, Pontevedra y Santiago. También se escucha la voz de las cárceles y de los hogares heridos, donde el Centro de Orientación Familiar ofrece acompañamiento y consuelo. Son números, sí, pero detrás de cada número hay un rostro, una historia, una esperanza.
La memoria se atreve incluso a entrar en el terreno más áspero: la economía. Ingresos, gastos, cuentas consolidadas. Todo lo que sostiene la vida de la diócesis se pone sobre la mesa con transparencia. El ERP, ese lenguaje técnico que organiza balances, se convierte aquí en otra forma de decir que la Iglesia también quiere rendir cuentas, ser clara ante quienes confían en ella.
Y sin embargo, lo esencial no está en las tablas, sino en lo invisible que ellas sostienen. Porque detrás de cada presupuesto se esconden historias vivas: la Casa Sacerdotal que acoge, el seminario que susurra aprendizaje, y la parroquia rural que mantiene su luz, sostenida por un sacerdote y unos feligreses que no han dejado que la esperanza se apague.
En el mensaje que acompaña esta memoria, el arzobispo de Santiago, mons. Francisco José Prieto Fernández, recuerda que la Iglesia es tarea compartida y siembra constante: “Como discípulos misioneros nuestra tarea es sembrar, y la acción fecunda del Espíritu en nuestra Iglesia diocesana hará que no se pierda ningún trabajo, ningún esfuerzo, ninguna preocupación sincera y ninguna entrega generosa”. Palabras que suenan a promesa y también a gratitud.
La Memoria 2024 no es solo un documento oficial. Es la fotografía de una comunidad en marcha. Una crónica donde las cifras conviven con los silencios de la oración, donde lo cotidiano se transforma en servicio, y donde la fe, una vez más, se atreve a contarse como vida.






