Quincuagésimo segundo día de confinamiento. Cada vez dependemos más de las tecnologías de la información y la comunicación, las TIC’s. Su uso se identifica en el imaginario colectivo con progreso sin límites, sin contraprestaciones, sin aspectos negativos. Vaya por delante que soy partidario de un progreso técnico que nos facilita las cosas de un modo evidente. Algo que ha quedado claro durante esta pandemia. Por ejemplo, llevo casi dos meses sin tocar dinero físico. No he necesitado desplazarme hasta un cajero, no he tenido que tocar papel de modo innecesario, con lo que disminuí el riesgo a un contagio. Hasta el periódico diario se paga con tarjeta. Todas las gestiones las realizamos a través del móvil o el ordenador. En las grandes ciudades hasta la compra se hace con una llamada telefónica y te ponen la comida a la puerta de casa. Todo muy cómodo. Todo muy atractivo.
Pero esta irrupción imparable de las nuevas tecnologías tiene sus repercusiones negativas, por lo que conviene, creo yo, analizar críticamente sus evidentes beneficios, pero también los peligros que conlleva su uso abusivo.
Para empezar, estamos más controlados. A través del móvil el Gobierno conoce nuestros movimientos, nuestros hábitos, nuestros gustos y hasta nuestras conversaciones. Con el pago a través de tarjeta se pueden rastrear sin problemas nuestras preferencias: qué comida nos gusta, en qué actividades pasamos el tiempo de ocio, dónde viajamos… datos que no nos preocupa que sean públicos y otros muchos que no queremos que salgan del ámbito estrictamente privado. Es una invasión silenciosa en nuestras vidas. Lo curioso es que la aceptamos encantados mientras nos declaramos furibundos defensores de la intimidad y de la libertad de movimientos.
Uno de los ámbitos en los que me parece más cuestionable el uso indiscriminado de las TIC’s es en la educación. Reconozco que soy hijo de una escuela en la que todo el sistema pivotaba sobre dos ejes: lectura comprensiva y cálculo. Todo lo demás derivaba del dominio de estas materias troncales. Los libros tenían pocas fotografías y ningún color. Eran de todo menos atractivos y se necesitaba voluntad para estudiar. El uso de los medios audiovisuales es un paso de gigante para facilitar y mejorar el aprendizaje.
Pero corremos el riesgo de identificar calidad de enseñanza con uso masivo de los ordenadores en el aula. Y un colegio no es mejor por el hecho de que no haya libros de texto. No pocos especialistas alertan de lo difícil que es que un niño acepte como material de estudio el mismo instrumento con el que juega o se comunica con sus amigos.
Además, se necesita un aprendizaje específico para un uso adecuado de toda nueva tecnología. Internet facilita enormemente las cosas. Pero no enseña a trabajar de modo científico. La tentación es que muchos estudiantes han sustituido mi binomio lectura-cálculo por el par copia-pega. Incluso en la universidad.
Mis hijas no volverán a subrayar un libro de texto. Quemarán los ojos en una pantalla y no sobre un papel. Las TIC´s son un maravilloso medio para facilitar el aprendizaje. Pero nunca deberían convertirse en un fin.
Antonio Gutiérrez