Momento Blanco, en Cope: burradas

Un hombre llegaba al mercado de un pueblo pequeño en el interior. Venía de cruzar el río. Se puso a hacer unas compras en los puestos de fruta, de pan y de queso. También compró algo de carne y pescado frescos. Encontró atados a dos burros; uno cargaba esponjas hasta una altura elevadísima y, el otro, sacos de sal. Al primero se le veía contento y hasta juguetón, ligero con su mercancía. El otro, soportaba su fatiga, resignado.

Aquel hombre acarició al hiperactivo burro de las esponjas mientras decía: “pobre de ti, amigo, pobre de ti”. Y arrullando con suavidad al burro de la sal le animaba: “no te preocupes, burrito, te irá bien”. Llegó el dueño para reemprender la marcha con sus jumentos y se dirigió a cruzar el río. He aquí, que el puente estaba inutilizado por una reparación en su muralla. Pronto anochecería. No daba tiempo a llegar al puente siguiente.

El amo, poco previsor, decidió cruzar el torrente por una parte de escaso peligro sin desprender la carga. El pobre burro cargado de esponjas comenzó el proceso “absorbente” y hubieron de rescatarle al borde del ahogamiento. La sal, en cambio, se disolvía a lomos del otro burro, que se sacudió burlón la humedad al llegar a la otra orilla. Quien sabía lo que ambos burros tenían por delante, acertó en los pronósticos y apreciaciones.

Las bienaventuranzas y los “ayes” de los humanos, juzgan sobre lo inmediato y placentero. Dios, que ama y entiende de futuro, acierta mejor.

Manuel Ángel Blanco
(Cope, 15 de febrero 2019)