Poner en Dios la confianza

El profeta Jeremías contrapone a la persona que pone su confianza en el hombre y aleja su corazón de Dios, con la que tiene puesta su confianza en el Señor. De la primera, dice que se asemeja a un cardo en la estepa, que habitará la aridez del desierto. Por el contrario, quien tiene en Dios su confianza, se asemeja a un árbol plantado al borde de los ríos, que supera los problemas del estío y que da siempre buenos frutos.

La lectura de la 1ª Carta de San Pablo a los Corintios es una continuación de la proclamada el pasado domingo. Como aquella, trata de la resurrección, saliendo al paso de lo que los incrédulos afirman, que todo se acaba con esta vida. El Apóstol manifiesta que la resurrección es posible, pues Cristo ha resucitado. Si no hubiera sido así, nuestra esperanza terminaría con esta vida; pero Cristo ha resucitado, como primicia de los demás hombres, que resucitaremos como Él, resucitaremos con Cristo.

Si San Mateo ofrece en su Evangelio ocho bienaventuranzas, San Lucas se reduce a cuatro, y señala, en cambio, cuatro malaventuranzas. Dice que el Señor considera dichosos a los pobres, a los que pasan hambre, a los que lloran y a los que son perseguidos. En cambio trata como desdichados a los ricos, pues ya tienen ahora su consuelo. Tampoco llama felices a los halagados por los hombres, pues también sus padres hacían halagos a los falsos profetas. El futuro de los autosuficientes se presenta como bastante triste.

José Fernández Lago