Tres cuentos de Navidad, “queridos niños”. El primero se escribe con un bolígrafo de los de toda la vida. Sin ser naranja, ni cristal, sino “granito”, llamaremos BIC al Monasterio compostelano de San Marín Pinario. Todos sabían que su valor patrimonial se dispararía. Ahora lo protegerán mejor. Nacido para custodiar el Sepulcro Apostólico. Hogar de formación para sacerdotes. Recinto monacal de los más grandes de Europa.
Segundo. Héroes de a pie. Dicen que la ciudad herculina no madruga pero eran poco más de las 7 de la mañana. Una señora mayor se cayó al mar en el coruñés paseo de O Parrote. Coque, un ingeniero industrial, paseaba sus perros de modo intrascendente pero, vista la escena, no dudó en tirarse al agua. Carlos, policía local, llegó después y le practicó la reanimación cardiopulmonar. Consiguieron salvarla.
Tercero. Dos hermanas circulaban por la calle de Joaquín Costa, en Pontevedra. “Mira, construyen un albergue para transeúntes.” Comentó una. “Mujer, me alegro: por fin te involucras en algún proyecto solidario.” Respondió la otra. Vivían cerca. Se despidieron. Al rato, la primera sale apurada de su portal, como si hubiese olvidado algo en el supermercado. Entró en la sede de Cáritas y… ¡sorpresa! Allí estaba su hermana aportando un donativo. “Me parecía poco…” “Lo mismo pensé yo…”
Cuando el ser humano se deja interpelar por la auténtica historia de la Navidad, Dios levanta el monumento de su Salvación. El heroísmo de Dios hecho hombre…Sin trampa ni cartón. Sin cuentos. Amor con chispa.
Manuel Á. Blanco