Momento Blanco en Cope: la abuela

Lola  es abuela de tres nietos. Para ellos es la abuela “Lecha”, apócope de “Lolecha” que se institucionalizó con la primera pronunciación infantil de su nombre. Para el cartero, las tiendas, el párroco o los del banco es la Sra. Lola, por supuesto. La mayoría de sus hijos y nueras tienen trabajo; los dos nietos mayores son universitarios y les ha pedido que, al menos delante de ella, no le traigan piercings, tatuajes, pelos de color o pantalón roto.

Ahora sus hijos y nietos la tienen un poco más en palmitas. Como si valorasen más las veces en que ella recogió a los niños en el colegio, cocinó según las prisas y horarios de cada uno o prescindió de infancia y luego de excursiones por tener que trabajar. Dicen que si hubiera podido estudiar, hubiese llegado a ingeniera o empresaria. Está en contra del feminismo patatero y de actuar por complacer, con hipocresía políticamente correcta.

La pandemia ha afectado un poco su salud mental. Una mezcla de depresión, ansiedad y estrés postraumático: cosa psicológica, difícil de medir. Porque los suyos temen visitarla e interactúa menos. Porque se siente más sola. Porque le cae bien su médico, pero desconfía de “los que mandan”, por si dan la orden de “eutanasiarla” si se complica la situación. Sostiene que sólo rejuvenece con la fe, porque Dios es el único que no defrauda.

No podemos fallar a nuestros mayores. Vale la pena esforzarse. Sobre todo porque sus ideas geniales aún pueden mover el mundo: “Don José – le dice Lola al sacerdote – si todos nos callásemos, se cortaría el contagio; pero claro, cómo va a estar alguna sin calumniar, al menos dos veces al día…”

Manuel Á. Blanco