Momento Blanco en Cope: progreso

La sociedad debe progresar, dicen; por encima de todo. Incluso, se prioriza el progreso rápido al sano. Resulta más satisfactorio adquirir grandes destrezas en el manejo de un “encargo” (embriones fecundados, por ejemplo) que plantear la conveniencia de nacer en este mundo como fruto de un amor desinteresado. Un progreso que “mola” obliga, además, a borrar ciertas huellas del pasado y a educar a los ciudadanos todos iguales.

Curioso: a veces el “progreso” se parece más a un “retroceso” que a un avance. Por eso Ignacio Santías Palacios, joven con parálisis cerebral, tachaba de “locura” e “injusticia” el cierre de la educación especial que se planea con la nueva ley de educación. Nacho tendrá otras dificultades pero no la del sentido común. Ni las grandes profesoras ni las madres han podido nunca aplicar un método igual para todos, ignorando la diferencia.

Otras manifestaciones del “progreso-retroceso”: colas en la tienda de videojuegos o en la panadería de moda (sin contar “filas de pandemia” como las de Cáritas o las de guardar distancias); mayores abandonados a su suerte, desorientados, con el móvil, el cajero, los impresos electrónicos… Entusiastas del catecismo de Primera Comunión por internet que, si sólo buscan quedarse en casa, cómodos, ignoran cómo se celebra la fe. Etc., etc.

Estos días se ha replanteado el aforo “seguro” de las iglesias, dejándolo en un tercio. Replanteemos el progreso: si éste corre más que la cabeza, el alma y los valores, cada vez cabrá menos gente en la sociedad.

Manuel Á. Blanco