– ¿Por qué llega tarde al trabajo, Gutiérrez?” – Tiene que perdonar. Soñé que jugaba la final del mundial de fútbol. – ¿Y qué? ¡Despierta y viene! – Pero jefe, es que hubo prórroga y penaltis. Tiempo de prolongación; segunda oportunidad; dilación; moratoria; aplazamiento… para el vencimiento de facturas; la presentación de documentos; ampliación de contrato; esperanza de vida; para un estado de alarma… De algún modo, muchas personas han recibido una prórroga en el regalo de existir.
El tiempo es un bien precioso que, sin tener derecho a él, se le concede al ser humano. Para aprovecharlo. Para rendir. Para corresponder en gratitud. Para acertar. La literatura universal exhorta a no dejar pasar el tiempo y a disfrutar los placeres de la vida obviando el futuro incierto. Además de ese tinte trágico, amargo y frustrado, el clásico “carpe diem” tiene un sentido más positivo: aprovechar el tiempo, no malgastarlo; vivir cada momento, hoy, ahora, como si fuese el último.
Protección Civil de Santiago quiso felicitar a los mayores solos que cumplían años durante el confinamiento. Al publicar el teléfono de sus voluntarios, hubo un error en el último número. El zaragozano Luis Muniente, recibió las llamadas. “Otro gallego, papi”, le decían sus hijos maños al contestar el teléfono. La familia se lo tomó a bien, casi como un servicio. Compartieron felicitaciones, dibujos; comprendieron la galaica desconfianza de algunos… No perdieron el tiempo. La labor tenía sentido.
Rezaba una madre con acierto: “Señor, el pasado a tu Misericordia, el futuro a tu Providencia, el presente a tu Amor; sabes, Señor, que lo único que tengo es el día de hoy para amarte y por Ti a quien me has dado”.
Manuel Á. Blanco