Mientras Rafa Nadal y sus muchachos se mantengan en las pistas (Federer, Djokovic, etc.), le costará ganar a él. Pero esa no es la cuestión. Porque Fracis Tiafoe ha comenzado su andadura hacia el denominado sueño americano. Sus padres, Constant y Alphine, emigraron de Sierra Leona a Estados Unidos, cuando en 1993 les estalló la guerra civil al lado de casa. El sr. Constant Tiafoe encontró trabajo en el Junior Tennis Champion Center de Maryland y sus hijos le acompañaban con frecuencia. Uno de ellos, Franky, disfrutaba por allí, iniciándose en los “raquetazos”.
El entrenador ruso Mikhail Kouznetsov, enseguida captó las buenas condiciones de Frank para el tenis. Le ayudó, incluso, a conseguir el material y los medios para competir. Y el joven comenzó a triunfar. Con 10 años, en una mezcla de utopía y audacia, promete a sus padres que sería profesional y mejoraría sus condiciones de vida. Llegó a ser el número 2 del mundo en la categoría juvenil. Con 20 años ya le había ganado, por ejemplo, al gran Del Potro. A su madre y a su padre le comienzan a llegar regalos considerables: una casa en Maryland, un apartamento en Orlando…
Cada uno recibe el encargo de sus vidas. La misión con la que transitar por esta tierra “batida”. Estando de paso, sobre las cabezas de la humanidad flota cierta áurea de elección, de mimo, de espíritu intransferible, que nos envía a sumar luz y color en el mosaico de la familia humana. Los sueños, en este mundo, son frágiles; un mero estímulo para entregarnos con entusiasmo. Un medio, no un fin. El Evangelio está hecho de Alianzas, más que de sueños. Con promesas de privilegio para los necesitados.
Manuel Ángel Blanco
(Cope, 25 de enero de 2019)