Momento Blanco, en Cope: Una historia para el Corpus Christi

Un misionero buscaba gente para completar los turnos de la Adoración Permanente que se iba a poner en marcha. La tanda de las 4 de la mañana no lograba completarse. Se ofreció un niño de ocho años: “Yo quiero acompañar a Jesús si no hay nadie; no se va a quedar solo”. El sacerdote le explicó que Dios no pide imposibles, pero el chico insistió.

En su casa, lo comunicó a su madre. Sorprendida y curiosa al mismo tiempo, viendo tan decidido a su hijo, resolvió ir con él el primer día; el primero de muchos. El padre del muchacho no entendía nada. “¿Qué le ha pasado a todo el mundo? ¡Están locos!”. A los 15 días, el progenitor se sumó al plan. No le gustaba despertarse solo en casa. Era alcohólico.

La felicidad del pequeño a aquellas horas de la madrugada y la presencia reconfortante de la Eucaristía en medio de la aldea, sumaron sus fuerzas. El padre del niño comenzó una batalla contra sí mismo, de reconstrucción interior: dejó de beber. Él cuenta que en aquella Adoración volvió a enamorarse de su mujer. Ella no daba crédito: ¡feliz!

La presencia de Jesús vivo en la Eucaristía nunca se confundirá con otra clase de espectáculos. Pero los ojos de fe siempre sabrán descubrirla.

Manuel Ángel Blanco
(Cope, 1 de junio 2018)