- En la solemnidad de Cristo Rey el arzobispo señala que “al hombre de hoy no le es fácil proclamar a Cristo como Señor”
El arzobispo, monseñor Julián Barrio, presidió este domingo la Solemnidad de Cristo Rey en la compostelana Iglesia conventual de San Francisco. “El año litúrgico termina con esta solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Somos llamados a verle como el centro de nuestra vida y como al Señor del mundo, dijo don Julián en su homilía. “Al hombre de hoy”, comentó el arzobispo, “no le es fácil proclamar a Cristo como Señor y reconocerle un poder real sobre él. Jesús Rey del Universo no es una imagen fija e inerte, que hay que conservar al vacío, sino que crece en la comprensión misma de la Iglesia, también en medio de las cuestiones y provocaciones surgidas en cada momento. En esta perspectiva, lo que debemos plantearnos no es tanto si Cristo Rey reina o no en el mundo, sino si reina o no dentro de mí, de mi familia y de mi entorno; no si su realeza está reconocida por los Estados y por los gobiernos, sino si es reconocida por cada uno de nosotros” “¿Quién reina dentro de mi, quién fija los objetivos y establece las prioridades?”, se preguntó monseñor Barrio.
En su homilía, el arzobispo recordó que San Pablo habla de dos modos de vivir: para uno mismo o para Dios. “Vivir “para uno mismo” significa vivir como quien tiene en sí mismo el propio principio y el propio fin; indica una existencia cerrada en sí misma, orientada sólo a la propia satisfacción y a la propia gloria, sin perspectiva alguna de eternidad. Vivir “para el Señor”, al contrario, significa vivir por Él, por y para su gloria, por y para su reino. Se trata verdaderamente de una nueva existencia, frente a la cual la muerte ha perdido su carácter irreparable”, explicó monseñor Barrio.
“Servir, obedecer al Padre y dar la vida fue la actitud de Jesús”, aseguró el arzobispo. Y añadió: “la verdad no es la apariencia externa. Al final, todos seremos examinados sobre el amor a Dios y al prójimo. El Reino de Dios es en sentido activo la voluntad de Dios, en sentido pasivo la aceptación de esa voluntad por nuestra parte. ¡Venga a nosotros tu Reino!, rezamos en el Padrenuestro. Este Reino está ya entre nosotros aunque vendrá definitivamente. Está presente en la Iglesia con su Palabra, con sus sacramentos, con su Espíritu. Debe venir porque muchas personas no están ordenando su vida conforme a la voluntad de Dios”.