Noche de Pascua

Esta noche santa, los cristianos renovamos nuestras promesas bautismales, y en muchas partes del mundo, los catecúmenos son incorporados a la familia de los hijos de Dios.

Demos gracias por el don de la fe, por haber tenido la noticia de Jesucristo, y por haber sido plantados junto a la corriente del manantial, que brota del costado abierto del Salvador.

Es noche de alegría, de fiesta, pero también de compromiso, de hacernos conscientes de lo que significa creer, tener fe, ser en nuestra sociedad signos de Cristo muerto y resucitado.

No nos cansamos de repetir la definición de cristiano, que el papa Benedicto nos dejó: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus caritas est 1).

Un cristiano es aquel a quien le ha acontecido por gracia el encuentro con Jesús, y ha creído en Él. Y por ello sabe y cree que la vida no termina en la muerte, sino que esta es puerta de la gloria, porque Jesucristo ha muerto y ha resucitado. Y por ello el creyente en Cristo arriesga su vida, y toma como guía el Evangelio.

El cristiano confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Señor y Maestro, revelación suprema del amor de Dios, garantía de la verdad, digno de confianza, de quien uno se puede fiar, porque se siente amado por Él hasta el extremo, e intenta, a pesar de la propia debilidad, seguirlo.

Identidad cristiana es tener esperanza, y alegría, por saber que la historia no tendrá un final fatal, y todo llegará a su consumación en plenitud y en gloria, como acontece en el Misterio de la Pasión, muerte y resurrección de Cristo.

El cristiano, que practica la fe, es aquel que vive con la certeza de saberse acompañado, aunque no lo sienta, pero sabe que la palabra dada por Jesús en el Evangelio es verdad, y por encima de toda circunstancia, se fía de Él y se abandona en sus manos.

A un cristiano se le distingue porque mantiene relación con Dios, a quien invoca como Padre, gracias a Jesucristo; considera al prójimo como hermano; y se sabe habitado por la presencia íntima del Espíritu Santo.

Como mejor respuesta a los dones recibidos, por el don de la fe, el cristiano es sensible a las necesidades de sus prójimos, y los trata con dignidad y respeto, si es preciso con misericordia y perdón, con generosidad, sabiendo que en ellos trata a Jesús.

El cristiano tiene siempre la invitación a la confianza, a levantarse de sus caídas, y gracias al perdón, que recibe de Dios, le acompaña la paz interior, la alegría de corazón, la consideración más sensible por todo lo creado.

El cristiano tiene experiencia de Dios, cree por gracia en la trascendencia, se apoya en la oración, en la Palabra de Dios, en la comunidad de fe, en el acompañamiento de los hermanos, celebra su pertenencia a Jesucristo en comunión con la Iglesia, y es testigo de la Pascua del Señor, porque ha grabado en la memoria su Palabra y su promesa: “Yo estaré con vosotros todos los días.”. ¡Feliz Pascua!

Ángel Moreno Buenafuente