- Obispo de Lugo, Mons. Alfonso Carrasco Rouco: “Que esta Ofrenda en pro de la luz del Santísimo Sacramento sea bien acogida por Nuestro Señor. Que Él haga que se mantenga encendida también en nuestros corazones, que nos ilumine en las decisiones difíciles y nos guíe en los pasos sacrificados”
A las 12 de la mañana comenzaba en la Catedral de Lugo la ceremonia de la Ofrenda del Antiguo Reino de Galicia al Santísimo Sacramento, que se viene celebrando desde 1669. Este año le correspondía a la ciudad de A Coruña la presentación de esta Ofrenda. Estuvo presente el obispo auxiliar de Santiago, monseñor Francisco José Prieto.
El Obispo de Lugo, Mons. Alfonso Carrasco Rouco, presidió la Eucaristía en la que concelebraron los obispos gallegos (excepto el Arzobispo de Santiago, Mons. Barrio, que está en Roma con motivo de la audiencia con el Papa Francisco). Acompañaron al oferente, primer teniente de Alcalde de la ciudad de A Coruña, Juan Ignacio Borrego, los alcaldes y representantes de las siete ciudades del antiguo Reino de Galicia; así como otras autoridades civiles y militares.
En la respuesta a la Ofrenda, el obispo de Lugo, Mons. Carrasco Rouco comenzó manifestando su agradecimiento al oferente por la presentación de la ofrenda “En la luz que brilla día y noche ante el Santísimo, motivo primero de esta noble tradición -como Usted recordaba-, se representa la luz del corazón y la de los ojos de cada uno de nosotros, que permanece viva al reflejar la gloria que reconocemos en Jesús Sacramentado, escondida a los soberbios y brillante para los humildes. Aquí profesamos con firmeza las certezas de nuestro corazón, sobre las que construimos la vida y en las que fundamos la esperanza: Tú estás con nosotros, Señor“ (…)
Continuó diciendo que “Le pedimos hoy al Señor que esta paz reine en nuestros corazones, y que la luz y la alegría de su presencia acompañe nuestros pasos en este tiempo de pandemia, de enfermedad e inquietud. Que nadie de nosotros, pequeño o grande, joven o viejo, caiga en la tentación de darse por perdido por la dificultad de las circunstancias y ni siquiera ante la perspectiva de la muerte. Porque, como decía Pablo, estoy seguro de que ni la muerte ni la vida …. ni criatura alguna nos podrá alejar del amor que Dios nos tiene en Cristo Jesús, nuestro Señor (Rm 8,38-39). Esta seguridad grande nos conforta en las luchas de cada día y los permiten pensar con esperanza en aquellos que nos dejaron“. (…)
“El pueblo de Galicia quiso guardar lo bueno en su corazón, tener la Eucaristía siempre delante de los ojos. Se propuso alimentarse de este otro pan de vida, que la propia humanidad fuera movida por otros afectos, capaz de otras virtudes, fuera buena y generosa. En este tiempo de crisis pudimos ver en muchos ejemplos la grandeza de quien se sabe sacrificar, de quien ama, de quien entrega tiempo y hasta la salud -pagada con el propio cuerpo. Y pudimos recordar que esto siempre fue así, que estas fueron las grandezas verdaderas que hicieron dignas nuestras casas y ciudades, que iluminaron la vida de nuestras familias, y que deseamos poder experimentar de nuevo con todos los que queremos de verdad. Estas son las bases de nuestro futuro, los recuerdos luminosos de nuestra memoria, nuestra alegría y nuestro deseo cada día” (…)
Finalizó resaltando que “El sacrificio del Señor, presente en la Santísima Eucaristía, atraviesa los siglos, sigue confortando nuestro corazón dolorido, continúa llenando de agradecimiento y humildad nuestra alma, no deja de atender y cuidar a cada uno, para cambiarnos, enriquecernos y llamarnos a la obra de la caridad. Nadie es poca cosa, si es amado del Señor. Nadie puede ser descartado como poco útil“ .