Pensamiento del día (14 de abril)

Cuando los salvajes de la Louisiana quieren fruta,
cortan el árbol por su base y cogen la fruta.
 (BARÓN DE MONTESQUIEU)

 

Años y años de paciencia para crecer; lluvia, viento, rayos, granizo, nieve, sol, aguante y resistencia…nada, todo cae en un segundo, por un capricho impulsivo e irrefrenable. ¿Quieres fruta? ¡Corta el árbol!

Así presentaba el poder despótico en su famosa obra política el Barón de Montesquieu, filósofo francés del siglo XVIII, considerado uno de los precursores del liberalismo y quizás el máximo exponente de la teoría de los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial que constituye, a nivel mundial, la estructura clásica de casi todas las naciones.

Polémicamente Montesquieu criticaba el gobierno de muchos monarcas, cuya autoridad era absoluta, con evidentes abusos de poder y sin tener en cuenta el camino de los pueblos, lento, sacrificado, paciente.

Como los salvajes de la Louisiana que afrontan un problema inmediato con una solución brutal. Son las falsas soluciones del poder: aplacas el hambre de hoy perjudicando el futuro y agravando más los problemas.

No era teoría abstracta de Montesquieu, pues la Louisiana es uno de los 50 estados americanos que estaba habitado por una muchedumbre de tribus cuando los exploradores europeos llegaron en el siglo XVI. Después de los españoles, que fueron los primeros, en aquellas tierras aterrizaron expediciones francesas y la Louisiana fue colonia de Francia.

De tal forma que la irracionalidad de esos brutos llamó la atención…

Aunque no seamos brutos, ni salvajes, la cuestión me parece muy actual: cuántas veces nos dejamos llevar por la ley del ‘todo y enseguida’, para la satisfacción de unos deseos irresistibles, sin planes de futuro, tomando decisiones abruptas y expeditivas que causan más problemas de los que quieren solventar. Pienso, por ejemplo, en los incalificables daños asestados contra el medioambiente, contra la casa común de la creación, para ventaja de unos pocos privados.

En el fondo hay una actitud infantil, como ese egoísta del que hablaba Nicolas de Chamfort que “quemaría vuestra casa para cocer dos huevos”.

A veces es megalomanía: esa tendencia a buscar fama que induce a realizar con gastos incalculables obras colosales que, sin embargo, son moralmente indignas. La moral evangélica pide obras buenas, no grandes. Más bien pide las pequeñas y que pasen desapercibidas.

En fin: me parece útil recordar el valor del razonamiento atento y paciente a la hora de tomar decisiones. No se vive de puro razonamiento y hay siempre otros criterios a tener en cuenta, como los sentimientos, pero silenciar la razón es un suicidio voluntario.

Recuerdo los comentarios sobre un papa que nunca tomaba decisiones: atribuían la culpa a su actitud exageradamente racional, que intentaba tener en cuenta todos los posibles efectos colaterales de cualquier decisión y así quedaba paralizado.

Decidir hay que decidir, pero si hace falta fruta…mejor subirse sudando y con tiempo al árbol, sin cortarlo.

Es de listos poder volver a tener hambre contando con el árbol.

 

a cargo del padre Fabio, párroco de Arca y Arzúa