Pensamiento del día (3 de abril)

Que me perdonen las grandes preguntas por las pequeñas respuestas.
(WISLAWA SZYMBORSKA)

 

Yo no le conocía. No sabía nada de la poesía polaca.

Pero cuando en 1996 le dedicaron el Nobel, se me despertó la curiosidad sobre esa anciana escritora, Wislawa Szymborska.

Todo el mundo se preguntó ese día: “¿Quién será?”, pues era un nombre desconocido, con pocas publicaciones en su haber.

Seguí con atención la ceremonia de la entrega del Premio y me encantó cuando ella declaró sencillamente: “La inspiración poetica nace de un incesante ‘no sé’. Por eso yo aprecio tanto estas dos pequeñas palabritas: ‘no sé’. Pequeñas pero aladas”.

Creo que muchos de nosotros se ven reflejados en la frase de la poetisa que ofrecemos hoy, con su estilo conciso y fulminante. A menudo nos toca abordar preguntas colosales, sobre cuestiones enormes, dramáticas.

Quien trata con los niños, por ejemplo, se ve sometido a preguntas intrigantes: “¿Por qué mandan los mayores? ¿Por qué hay guerras?¿De dónde vienen los océanos?¿Cómo se hace la electricidad?¿Cómo se enamora la gente? ¿Por qué los animales no hablan como nosotros?¿De dónde viene el bien? ¿Por qué hay personas con distintos colores de piel?”.

Trabajando con los peregrinos del Camino, a diario me llegan cuestiones explosivas: si el amor humano es eterno, si Dios lo perdona todo y siempre, cómo relacionarse con un hijo abortado, si Jesús ha muerto por todos cuál es la razón por la que debamos morir nosotros también…

En estos días complicados e impensables, que estamos viviendo, afloran preguntas aún más agudas.

Me ha pasado, a veces, de haber murmurado respuestas cortantes, escondiéndome detrás de la complejidad de los problemas, de la locura que sería afrontar en poco tiempo cuestiones tan capitales. Una coartada.

Creo que este también sea el motivo por el cual en mi vida ordinaria de párroco las preguntas se han vuelto solicitudes: un certificado, una Misa, una colaboración económica, la suscrición a un cursillo o a una excursión… y me he sentido muchos días como un conserje del colegio o la celadora de un hospital. Pocos hacen preguntas profundas e íntimas, conscientes de que no hay escucha y menos aún respuesta.

Sin embargo está claro: no se puede vivir prescindiendo de las grandes preguntas, pues tarde o temprano te atrapan.

El gran rey Salomón a la reina de Saba le respondió a todas sus preguntas, y nada hubo que Salomón no le contestase”, dice la Biblia. Ahora no somos todos como Salomón y pocos de nosotros saben dar respuestas exhaustivas, pues la realidad es intricada y misteriosa.

Termino: si hasta hoy no quedamos satisfechos de las respuestas encontradas, porque eran como dice la poetisa “pequeñas respuestas para grandes preguntas”, no nos desanimemos y sigamos planteándonos las preguntas vitales que constituyen el sentido de la vida.

Yo he cultivado durante mucho tiempo la ilusión de que la ciencia pudiera responder a mis preguntas: es que la ciencia le ha permitido al género humano ir a recoger piedras a la luna, sin decirle lo que ha venido a hacer sobre la tierra.

Por eso acabé buscando otras respuestas…otro Salomón…

a cargo del padre Fabio, párroco de Arca y Arzúa