Pensamiento del día (6 de abril)

Un rey corrupto le preguntó a un hombre piadoso de su reino: “Entre los actos de culto que hago ¿cuál es el que más le agrada a Dios?”.

El hombre piadoso contestó: “En tu caso dormir la siesta, pues así dejas a la gente en paz durante un rato”

(SA’DÍ AL SHIRAZÍ)

 

Unos de los libros más divertidos y al mismo tiempo sabios de la literatura mundial es el famoso Gulistán, conocido en España como La rosaleda, obra del poeta persa Sa’dí del siglo XIII: una serie de cuentos que ofrecen una sabiduría amablemente irónica sobre los aspectos fundamentales de la condición humana. Un texto tan profundo que los persas suelen decir: “cada palabra de Sa’dí tiene setenta y dos significados”.

El primer capítulo muy sarcástico y burlón es dedicado a “El carácter de los reyes”, donde se medita sobre los defectos de los que mandan.

 

En la frase que elegimos hoy se habla del ejercicio del poder opresor.

Muy a menudo, sobre los jefes del mundo, se suele decir, en otras palabras, el concepto aquí expresado: velan continuamente por sus súbditos mientras no estaría mal que durmieran un poco más.

Hablamos de la siesta, una de las palabras que le han dado fama a la cultura hispánica en el mundo; si eres español te asocian a la siesta, no cabe duda. Esa costumbre de descansar un rato breve o largo después del almuerzo, para reponer energías. Se llama siesta porque hace referencia a la hora sexta de los romanos, correspondiente a las 12 del mediodía y biológicamente es el efecto de la somnolencia natural producida por el descenso de la sangre después de la comida desde el sistema nervioso al sistema digestivo.

También los pueblos anglófonos han modulado el tema del descanso creando el concepto ahora universal del relax y produciendo la cultura del weekend, entre nosotros llamado ‘fin de semana’.

Concepto absurdo para un cristiano, porque para nosotros está clarísimo que el Domingo no constituye ‘el fin’ de la semana, sino el día primero, el comienzo absoluto, punto de partida y manantial de toda la semana.

Después de la segunda guerra mundial, en Europa, empieza también a tomar fuerza y a ser común la práctica secular de las vacaciones; pero muchos identifican las vacaciones con un largo viaje, mientras el acierto sería practicarla en casa en el curso de la vida ordinaria de todos los días. Pascal aludió a esta incapacidad cuando dijo que la infelicidad del ser humano consiste en no saber disfrutar de la paz de su habitación.

Las vacaciones se transforman, para muchos, en un tiempo de aturdimiento y atontamiento estresante que necesita, luego, otro tiempo para descansar del descanso fracasado.

Reposar y relajarse pertenecen a la literatura de todas las religiones y en el cristianismo el descanso es tan considerado que se le atribuye a Dios y es el regalo final de la existencia humana, el descanso eterno.

Habrá que entrenarse, descansando ya antes para hacerse a la idea…

Entre los creyentes el descanso no es pura inactividad, más bien cambio de actividad, dándose a lo que habitualmente la vida laboral y frenética impiden: meditación, oración, caridad, relaciones de familia y amistad.

De hecho, según el antiguo catecismo, para vivir el Domingo de forma completa no basta con participar en la Misa, sino que hay que abstenerse del trabajo dedicándose al espíritu y hacer un gesto concreto de caridad.

En este tiempo de cuarentena nuestro reposo es forzado, quizás sea providencial para muchos que lo tenían olvidado, y el poeta persa nos recuerda una verdad colateral: el descanso no sólo como bien para uno mismo sino como liberación para los demás.

Mis feligreses estarán descansando un poco de mí, esto es lo que yo debería pensar, meditando sobre la frase citada. ¿Os parece poco?

 

a cargo del padre Fabio, párroco de Arca y Arzúa