Hemos cesado de hablar con el que amamos, pero eso no es el silencio.
(René Char)
En estos días muchos y mucho nos hablan de muerte.
En un contexto bastante surrealista tuve que acompañar a la sepultura ya a cinco de los feligreses de las nueve parroquias que llevamos.
En una Galicia ya mortificada esta es una mortificación cruel que se añade; si algo he aprendido en estos años es el profundo sentimiento de los gallegos ante la muerte. No poder participar es sacrificio auténtico.
Recuerdo con simpatía a una persona querida de Arzúa que, por la calle, solía preguntarles a todos: “E logo ti… virasme ó enterro?”.
Más veces tuve la sensación de que ella no veía la hora de irse para la satisfacción de contar, complacida, cuánta gente le iría. Y fue un evento.
Con cierta frecuencia en estos días pienso en los que he perdido, de mi familia, de mi tierra, de mis parroquias.
Por eso para hoy elegí un pensamiento sobre la muerte. Es de René Char, poeta francés del siglo pasado que tenía casi la obsesión de la concisión.
De hecho en muchas lápidas del famoso Cementerio de París, del Père Lachaise, se encuentran frases suyas. Una de ellas es la citada.
Pienso en todos aquellos que, tras la muerte de seres amados, intentan hablar con ellos y experimentan la vuelta atrás de las palabras, como un eco vacío. Tú hablas, ellos no contestan, y te quedas solo contigo mismo, tal vez riéndote de tí, como un tonto que va hablando solo.
Sin embargo, dice el poeta, callar delante de una tumba o en el recuerdo de una persona fallecida no es silencio. No es silencio.
Es que el espacio y el tiempo no le determinan más, mientras que para ti son tus muletas, las que te permiten andar. Ver, hablar, oír, tocar, oler…
Fuera del tiempo y del espacio, obviamente, su voz, cuando nos hablan, no se oye. Pero esta no es ausencia, no es silencio.
En el maravilloso libro bíblico del Cantar de los Cantares la enamorada habla a su enamorado diciéndole que “el amor es fuerte como la muerte”.
El poder del amor. Esta es la clave. Lo que puede el amor.
La unión con los que amamos, con los que hemos cesado de hablar, sigue siendo viva, misteriosamente. Porque el amor no muere con la muerte.
Recuerdo una linda canción de Bob Dylan, grabada el año que yo nací, que decía: “My love speaks like the silence. Mi amor habla como el silencio”.
El amor, cuando es auténtico, habla. No habla solo. Dialoga.
En los días de la pasión del Señor el evangelio dice que el Hijo gritaba y el Padre callaba. Diríamos: ¡qué crueldad!
Llegamos al fondo de la historia y entendemos que el silencio del Padre es su forma más sublime de hablar.
Ese silencio, si lo valoras, lo buscas.
a cargo del padre Fabio, párroco de Arca y Arzúa