Poco tiempo después de su entrada en la gestión de la economía de la Archidiócesis compostelana, llegaba el año 2020 con la pandemia del Covid. ¿Cómo hizo la diócesis para hacer frente a todas las necesidades que se presentaron como consecuencia de esa crisis sanitaria?
Pues como en todas las partes de la sociedad hubo que salir al paso de la situación que se iba creando, no sólo en la atención directa pastoral a las personas que iban experimentado pérdidas de seres queridos, sino arbitrando medidas de urgencia de tipo económico para atender a las necesidades derivadas de la crisis social que generó la pandemia. La Iglesia no cerró. Se implicó directamente buscando el acompañamiento de las personas que se sentían agobiadas y ofreciendo todos sus servicios materiales. Recuerdo, por ejemplo, que de los sacerdotes diocesanos surgió la iniciativa de realizar una aportación extraordinaria a Cáritas para atender las necesidades de las personas vulnerables a raíz de la pandemia. Ellos mismos, también tuvieron otra iniciativa de aportaciones voluntarias para cuestiones sociales. Además, del presupuesto diocesano se dispusieron 150.000 euros para Cáritas Diocesana, la Cocina económica de A Coruña, la Cocina Económica de Santiago, el Comedor Franciscano de Pontevedra y la Residencia Padre Rubinos de A Coruña.
Mantuvimos, también, el esfuerzo inversor en la rehabilitación de espacios religiosos, como la ya iniciada en el Palacio Arzobispal, que no podía quedar ajeno a la rehabilitación integral de la Catedral, como conjunto arquitectónico inseparable, o en algunas parroquias, para contribuir a la dinamización de la actividad económica y favorecer así el mantenimiento del empleo en las empresas que se habían hecho cargo de las obras, para que no hubiese EREs o ERTEs. Era el compromiso que podíamos hacer dentro de nuestras responsabilidades y tratamos de llevarlo a cabo.
¿En qué situación económica había encontrado a la Archidiócesis a su llegada como ecónomo diocesano?
No puedo decir sino que la situación era razonablemente equilibrada en lo económico y financiero, situación estabilizada después de los años difíciles de la crisis anterior a la pandemia. Precisamente, las circunstancias derivadas de esta crisis sanitaria, y social, lo que nos ha hecho es reafirmar la apuesta que la Archidiócesis había adoptado por la transparencia. Y eso por dos motivos: en primer lugar, porque los diocesanos deben ser conscientes de que el Covid 19 ha creado una coyuntura totalmente diferente, en la que han descendido los ingresos, por lo que los gastos se ven afectados; y, en segundo lugar, porque como institución con presencia en el mundo actual, la Iglesia debe informar sobre sus actuaciones con total claridad y sin ocultar nada.
¿Cree que la sociedad conoce exactamente el papel que juega la Iglesia en la conservación del patrimonio, que también es una contribución a la economía autonómica, por lo que genera de flujos de visitantes o creación de puestos de trabajo?
Pues hemos de reconocer que en este aspecto también tenemos que hacer un esfuerzo añadido de transparencia. Transparencia en el sentido de dar a conocer cómo contribuimos como Iglesia al bienestar económico y social de los entornos en que nos encontramos: las inversiones que dedicamos a restaurar templos, los convenios que firmamos por ejemplo para dar nuevos usos a rectorales que estaban deterioradas, la conservación global del patrimonio, etc. Todo ello contribuye, en primer lugar, a generar empleos directos y repercute, como en una economía de escala, en la creación de condiciones necesarias para crear empleos inducidos en los sectores de servicios, en hostelería, en el comercio, sobre todo teniendo en cuenta precisamente que hay un importante nicho de mercado turístico que busca algo más allá del turismo de sol o playa. La apertura de iglesias en el Camino de Santiago, la potenciación de la dimensión espiritual de la peregrinación, el difundir el Año Santo Compostelano como oportunidad para encontrarse con Dios, también refuerza esas dinámicas.
Antes de que llegase la pandemia, la Archidiócesis había encargado a la USC un estudio científico sobre el impacto que generaba en la economía gallega la actuación de la Iglesia. ¿Cuáles habían sido las principales conclusiones de este informe?
Ese estudio ha sido muy importante. La certeza de que sus conclusiones son fruto de un trabajo serio, científico y riguroso, nos anima a seguir adelante en ese camino de mostrar a la sociedad cuál es el impacto que la Iglesia genera en el terreno económico y social. En el informe se indica, por ejemplo, que por cada euro que recibe la Archidiócesis de Santiago de Compostela vía asignación tributaria o aportaciones procedentes de las Administraciones Públicas, la Iglesia diocesana invierte en la sociedad 1,52 euros. Como mínimo 5.132 puestos de trabajo entre directos, indirectos e inducidos es el impacto laboral de las actuaciones de la Iglesia santiaguesa o de la actividad turística generada en el territorio que abarca la Archidiócesis. Tal y como explican los responsables del estudio, los gastos de consumo de la Archidiócesis provocan un incremento de la demanda final de Galicia: por cada euro gastado en consumo, se generan 1,8 euros de producción en la economía gallega; por cada euro en gasto de consumo, se generan 0,86 de VEB en la economía; por cada millón de euros en gastos de consumo, se generan en la economía gallega 21,5 puestos de trabajo; y por cada puesto de trabajo directo que se crea, se generan a la vez 0,60 empleos indirectos o inducidos.
Además, del impacto de las actividades de la Archidiócesis se concluye, también, que por cada euro que se gasta en acciones pastorales o asistenciales, la Iglesia le ahorra a la sociedad en términos de coste de mercado aproximadamente 1,5 euros. Esto equivale a decir que estas actividades tienen un coste de mercado 2,5 veces mayor.
Por otra parte, el informe también indicaba que el patrimonio cultural/religioso, que constituye un polo notabilísimo de atracción turística para Galicia, tiene su propio impacto económico: por cada euro que gastan los visitantes a este patrimonio, se generan 1,97 euros de producción en la economía gallega; por cada euro que gastan, se generan 0,95 euros de VEB en la economía; por cada millón de euros que gastan los visitantes del patrimonio eclesiástico, se generan en la economía gallega 23,8 puestos de trabajo; y por cada uno de ellos, se generan a la vez 0,35 empleos indirectos o inducidos.
¿Cómo está influyendo la crisis derivada de la pandemia en el comportamiento de los fieles para contribuir al sostenimiento de las actividades de la Iglesia diocesana?
Hay que decir que el año pasado, el 2020, el año más duro de la incidencia de la pandemia en lo económico y social, se redujeron los ingresos de los fieles a través de las aportaciones a las colectas en las iglesias. Hubo meses, como sabe todo el mundo, en que aunque los templos estaban abiertos, apenas había culto público. Y ello tuvo un traslado en el aspecto económico.
Calculamos que entre los meses de marzo, abril y mayo de 2020 se redujo en un tercio la aportación de los fieles. También hubo una merma en la previsión de ingresos por conceptos como servicios parroquiales (derechos de fábrica, tasas documentales por expedientes, títulos de panteón, etc.) o aranceles. Todo ello nos llevó a tener que modificar el presupuesto de ese ejercicio a la baja. Incluso este año partimos de una cifra presupuestaria que está ajustada a esta situación.
Pese a esta situación, hay una parte positiva en todo esto, como es el tratar de implicar a los feligreses en lo que ya han comenzado a trabajar algunas parroquias: suscripciones anuales fijas que pueden ayudar a afrontar mejor momentos de dificultad como el actual. El problema sigue siendo el de aquellas parroquias que solo tienen capacidad de recibir ingresos a través del cepillo. El reto es que la feligresía asuma como algo propio el mantenimiento y sostenimiento de su iglesia diocesana, en un contexto complicado económicamente, con afectación en lo productivo y en el empleo.
¿Conoce suficientemente la sociedad civil gallega la importancia de contar con organizaciones de Iglesia como Cáritas, las cocinas económicas, o las propias parroquias que están en la primera línea de ayuda a los más débiles, frágiles y vulnerables?
Déjeme que le diga, en primer lugar, que todos deberíamos manifestar nuestro homenaje a tantos voluntarios de Cáritas, de las Cocinas Económicas o de las parroquias, por la entrega de su tiempo y su disponibilidad: son cientos de personas que atienden a enfermos, acompañan a necesitados, dan clases de refuerzo a cientos de chicos y chicas, reciben a los más vulnerables. Y creo que sí, que la sociedad es consciente de ese esfuerzo, aunque a veces crea que los recursos “provienen del cielo”. También nos atrevemos a pedir un compromiso económico a cuantos alaban estas tareas, porque los recursos solo vienen de aquellos que los prestan. Cuantos más se comprometan, más actuaciones pastorales sociales podremos mantener o incrementar.
Dicho esto, este año a la hora de hacer el presupuesto ya barajábamos un horizonte más esperanzador para el segundo semestre de 2021, favorecido además por ser Año Santo. Nuestro documento presupuestario establece que se dedicarán 4,7 millones de euros a la actividad pastoral, asistencial y a la ayuda a la iglesia universal. En términos relativos este capítulo de empleo de los recursos diocesanos tiene un peso del casi el 25% del total de gastos. El destino de recursos a la actividad asistencial se estima que se situará en 2,1 millones de euros.
Estas acciones son fundamentales. Son el rostro de la solidaridad de la Iglesia. Cáritas es la Iglesia que actúa con sus manos sobre los rostros de los más vulnerables que están necesitados.
Una de las fuentes de financiación de la Iglesia llega a través de las aportaciones de los fieles a la hora de hacer la declaración de la renta, al marcar la casilla de la Iglesia. ¿Qué otras vías tienen los diocesanos para contribuir con su dinero a los gastos pastorales, sociales y asistenciales de su Iglesia?
Efectivamente, la asignación tributaria es uno de los cauces más estables de contribución al sostenimiento de la Iglesia. Y se está comportando con mucha estabilidad y sin grandes variaciones. Para este año, por ejemplo, se prevé que se puedan ingresar 6,3 millones de euros por lo que coloquialmente se conoce como marcar la X en la declaración de la renta. Y por aportaciones de los fieles estimamos que se podrá contar con 4,4 millones, una cifra inferior a otros años, pero que se explica por lo que hemos comentado antes.
A mí me gusta recordar, por otra parte, que la Iglesia en España ha puesto en marcha un instrumento eficaz y efectivo para hacer donaciones. Se trata del portal: www.donoamiiglesia.es
Esta herramienta está siendo muy utilizada en toda la Iglesia española por su sencillez ya que en dicho portal se pueden hacer desde casa donaciones a la parroquia de cada uno, a la Diócesis correspondiente o a la Conferencia Episcopal Española (CEE).
Y también animó a todos los diocesanos a contribuir de una manera estable mediante suscripciones, un método que permitiría tener una más realista previsión de ingresos. En esa línea de pedir la solidaridad diocesana se había expresado ya el pasado año el señor arzobispo, cuando decía que otro de los cauces para colaborar económicamente era la posibilidad de hacer aportaciones a través de la parroquia o de la Administración diocesana en el nº de cuenta: ES25 2080 5155 9730 4006 2341 de ABANCA para aliviar la situación provocada por la pandemia.
Fuente: El Correo Gallego