Privilegio

Solemos tener conciencia de privilegio cuando por una razón o por otra somos testigos de algo muy extraordinario, como puede ser ver un paisaje exótico, asistir a un concierto único, encontrarse con una persona importante, poder viajar a lugares de gran significación histórica, participar en algún encuentro decisivo para la vida personal o social…

Desde esa perspectiva, he sentido el privilegio especial, el poder pasar la tarde y la Nochebuena en soledad, silencio, adoración, quietud, sosiego, sin sentir nostalgia, ni ansiedad por desear otras circunstancias.

Encuentro que es privilegio pasar la Nochebuena en un recinto rural, donde el cielo deja ver las estrellas, y aunque el frío es recio, es mayor el calor que se siente en el interior, ante el acontecimiento que celebramos de Dios hecho Hombre.

Decir Nochebuena para muchos es reunión familiar, desplazamientos, preparativos de agasajos, de regalos, de cena, en algunos casos por imperativo social. Sin duda que es un privilegio no sentir nostalgia de la luces de colores, de las rondas callejeras, de las relaciones sociales, de las ofertas del mercado… Esta quietud no es por huida o comodidad, sino por la misión de acompañar a una comunidad contemplativa, que celebra noche de vigilia, de oración, de canto, de acción de gracias. No siento que sea un deber costoso, que me exija renunciar a lo que parece común, sino por el contario, lo vivo como verdadero privilegio.

Ante la presencia sacramental del Señor, al mismo tiempo en el que la sociedad se expresa de formas muy diversas, muchas de ellas nobles, siento la suerte de lo que significa permanecer sin prisa, sereno, en silencio, con posibilidad de orar la Palabra, de entrar en comunión con los afanes y sufrimientos de tantas personas, y poderlos ofrecer de manera discreta ante la mirada de Jesús.

No sabemos cómo fue realmente el nacimiento del Niño Jesús, ni la primera Navidad. Según las Escrituras, parece que todo fue discreto, y que en el momento de ver la luz el Hijo de la Nazarena, solamente estaban ella y su esposo José. Después aparecieron una multitud de seres celestes bendiciendo a Dios.

Es un privilegio poder presentar de manera consciente a tantos que, sin quizá saberlo, reciben el fruto de la oración por ellos: “Ahora y aquí, Señor, por todos. Por quienes viven de manera dramática la soledad, el dolor de sentirse lejos de los suyos, sin tierra, ni casa. Ahora y aquí, por quienes celebran fiesta, sin quizá saber el origen de la bondad de esta noche.

Es noche de paz, de percibir la vibración más íntima, el rumor de los seres celestes, al tiempo del llanto del pequeño Jesús.

Es noche privilegiada, para permanecer discretos junto al portal y contemplar la sucesión de acontecimientos, que por razón del nacimiento de Dios hecho Hombre de Santa María, se desencadenan. Y llegan los pastores, alabando a Dios, y las generaciones cantan al Emmanuel. Misterio que nos permite por la fe permanecer siempre en esperanza.

Ángel Moreno Buenafuente