Este viernes, 20 de enero, tendrá lugar el histórico voto de la ciudad de Pontevedra a su copatrono, San Sebastián, tal y como se viene verificando desde hace más de cinco siglos. Como todos los años impares, la misa solemne tendrá lugar en la Real Basílica de Santa María la Mayor, a las 20:00 h. En esta ocasión, será la directora de Cáritas Interparroquial de Pontevedra, Conchi Vázquez, la responsable de pronunciar el voto, en el marco del ambicioso proyecto que tiene en marcha esta organización de la Iglesia, para dotar a la ciudad de un renovado albergue para personas sin hogar y cuyo montante alcanza el millón de euros. En años recientes, este voto ha sido encomendado a una persona ciega, a una pareja de jóvenes, al presidente de la Asociación Amigos do Camiño Portugués a Santiago, a un paciente de una grave dolencia hepática, tratando siempre de visibilizar distintas realidades que afectan a los pontevedreses en su día a día.
Este voto cuenta con una historia de 508 años a sus espaldas. En enero de 1515, durante un grave episodio de peste, la entonces villa de Pontevedra se ofreció a San Sebastián, con motivo de la proximidad de su fiesta y dada su especial intercesión para librar de cualquier enfermedad a personas y urbes. Comoquiera que el brote de peste remitió a raíz de las devotas oraciones de los pontevedreses, desde entonces se le rinde a este santo un especial homenaje cada 20 de enero, figurando como uno de los principales protectores de la ciudad, junto a San Roque (otro gran abogado frente a las epidemias) y a la patrona, Nuestra Señora de la Esperanza, la Virgen de la O.
San Sebastián
Nació San Sebastián en Narbona, a mediados del tercer siglo de nuestra era, si bien creció en Milán, sirviendo en las milicias del Emperador Maximiano. No obstante, como creyente cristiano, fue denunciado a la justicia y, por no renunciar a su religión, condenado a morir asaeteado. Herido gravemente por las flechas, fue abandonado y dado por muerto, si bien sus compañeros de la fe lo recogieron, escondieron y cuidaron hasta que su salud se vio plenamente restablecida. Entonces, el soldado Sebastián, en lugar de huir de Roma, regresó ante la presencia de Maximiano, para reprocharle su comportamiento antirreligioso. El soberano lo condenó por segunda vez, siendo azotado hasta la muerte. Tirado su cuerpo en un lodazal, su comunidad recogió sus restos y les dio mejor sepultura en las catacumbas de la Vía Apia. Corría el año 288.