«Vemos unos sanitarios entregados, apasionados por querer curar»

  • Saúl Retamozo y Pablo Carou, capellanes de Montecelo, cuentan cómo hacen su labor en tiempos del virus

Los dos son sacerdotes jóvenes, mucho más teniendo en cuenta la edad del clero, y compaginan la labor en sus parroquias con la de capellán en el Hospital Montecelo de Pontevedra. Antes eran tres, pero la muerte de don Luis Lobo y la escasez de curas los dejó en dos. Desde hace cuatro años los capellanes de Montecelo son Saúl Retamozo y Pablo Carou. Se desplazan al hospital público de la ciudad en turnos de trabajo de una semana. ¿Cuál es su función? Se encargan de los sacramentos, de oficiar misa en la capilla de la primera planta y también de escuchar y acompañar a pacientes y familiares.

Ya lo hacían antes de que el coronavirus lo cambiara todo y lo siguen haciendo ahora, con algunas restricciones y muchas medidas de seguridad. Juntar a Saúl y a Pablo para la foto fue imposible. El primero estaba ayer en Aciveiro, en Forcarei, donde este sacerdote peruano tiene una de sus cuatro parroquias. Pablo, que es párroco en San Breixo (Barro), San Cristóbal de Briallos (Portas) y Santa María de Arcos (Caldas de Reis), estaba en Santiago acompañando y cuidando a sus padres.

Esta semana el que está de turno es Saúl. «Si me llaman voy al hospital a cualquier hora, desde Aciveiro tardo 45 minutos en coche». Antes del coronavirus tenían una habitación y un despachito en el hospital, pero la necesidad actual hizo que tuvieran que dejar el cuarto a los médicos. «Esta temporada no dormimos allí». Saúl había estado un año ayudando en Campolongo y como era joven le propusieron lo de ser capellán en Montecelo. No solo no se arrepiente de la experiencia, sino que confiesa que aprende mucho de los enfermos. «Se hace una absolución general desde la capilla. Visitamos a los pacientes una vez a la mañana y otra por la tarde. Les hacemos compañía, sean o no creyentes, y si son de otra religión se respeta», subraya.

¿Un cura teme al COVID-19?, se les pregunta. Saúl reconoce que la cosa es seria, pero comparte con Pablo que están «en las manos de Dios». «Al principio la cosa estaba tranquila, pero después aumentaron los casos y sí hay un poco de miedo, o mejor dicho, respeto. Esto es serio, pero me pongo en las manos de Dios, esto es una enseñanza para todos, yo el primero y lo que tenga que suceder sucederá».

Su compañero Pablo tampoco tiene miedo al contagio por el virus. «No tengo ningún miedo, que sea lo que Dios quiera, lo que no quiero es yo contagiar a nadie». El capellán destaca el trabajo de los profesionales sanitarios, algo que ve en su día a día en el hospital. «Veo un personal entregado, apasionado por querer curar».

Pablo explica que debido a la emergencia sanitaria y ante el desconcierto inicial se suspendió todo, pero ahora ya se han recuperado las misas de los domingos en el hospital. Dice que tienen material de protección y él se pone esas «muchas capas» y se dedica a su función. A diferencia de Saúl, él sí ha visitado a pacientes con coronavirus ingresados en planta y en reanimación. «En esta temporada damos los sacramentos que nos piden, incluso al personal. Confesión, comunión y unción de enfermos». Pero sobre todo lo que más hacen es «escuchar y consolar, en cierta forma, cuando se tiene miedo». El capellán cuenta que también le trasladan otro tipo de consultas. Y pone dos ejemplos: cómo se hace testamento o cómo se comunica con la funeraria en caso de fallecimiento.

También actúan como mediadores entre el personal y los pacientes y familiares porque a veces surgen pequeños conflictos. Y ambos curas desempeñan su labor en el hospital sin olvidarse de sus parroquias, donde celebran misa diaria y entierros. «También ayudamos a los que están solos o no tienen familia».

Fuente: La Voz de Galicia