Desde la Escritura: Cordialidad frente a la hipocresía

La primitiva comunidad cristiana de Jerusalén, tal como indica San Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles, formaba un pueblo de un solo corazón y una sola alma. Consiguientemente, los cristianos que allí vivían no pasaban necesidad, ya que unos salían en ayuda de los otros. Así el levita chipriota José Bernabé, sin que nadie se lo exigiera, vendió un campo y puso el dinero recibido a los pies de los Apóstoles, para que los repartieran entre los más necesitados.

Sin embargo no todo lo que reluce es oro. Como acontece en nuestras comunidades, formadas por gente muy buena y otra que no lo es tanto, también en la primitiva comunidad de Jerusalén había gente deseosa de aparentar lo que no era. Así, el comportamiento de Ananías y Safira era tan reprobable que San Pedro llegó a reprocharles que Satanás se hubiera adueñado de su corazón. Les hizo ver que nadie les obligaba a dar lo que era de ellos; pero que, con la mentira proferida, habían hecho una injuria al Espíritu Santo. Ningún hombre de Dios intenta que muera ninguno de la comunidad, y tampoco lo habrá intentado San Pedro. El caso es que aquí les debió ir muy mal a los dos, y los cristianos lo interpretaron como un castigo del Señor en razón de su hipocresía. Una razón más para tratar de ser auténticos y realizar todo según verdad, y con el corazón sensible hacia los hermanos.

José Fernández Lago