Desde la Escritura: Pablo, camino de roma

Las palabras de Pablo ante Agripa II y el Procurador Festo, fueron escuchadas por ambos. Sin embargo el Apóstol había apelado al César, por lo cual el Procurador no tenía otra salida: debía enviar a Pablo a Roma, custodiado por un centurión, en este caso de nombre Julio, de la cohorte Augusta.

Pablo y otros cuantos presos subieron a una nave que se encaminaba a los lugares costeros de Asia, en compañía de Aristarco el de Tesalónica. Al día siguiente de haberse hecho a la mar, llegaron a Sidón. El centurión fue especialmente delicado, dejando que Pablo fuera acogido por algunos hermanos en la fe de aquel lugar. Cuando reanudaron el viaje, se dirigieron, al abrigo de Chipre, y a lo largo de Cilicia y Panfilia, a Mira, de Licia, en el Asia Menor. Allí cambiaron de nave, sirviéndose de una que se dirigía a Italia. Navegaron entonces al abrigo de Creta, y llegaron a Puertos Hermosos, cerca de una ciudad llamada Lasea.

El tiempo pasaba, pues durante algunos días habían navegado lentamente. Llegó un momento en que la navegación se había vuelto insegura, hasta el punto de que Pablo veía en peligro el cargamento de la nave y las personas de los que la ocupaban. Sin embargo, escuchando lo que decía el centurión, intentaron alcanzar un puerto de Creta de nombre Fenice, para invernar allí; pero, al ver que soplaba la brisa del Sur, levaron anclas y fueron costeando Creta. El viaje era para Pablo muy distinto de los tres viajes apostólicos que había hecho. Sin embargo el Apóstol no deja de serlo en ninguno de los momentos de su vida, sino que aprovecha siempre la circunstancia para evangelizar.

José Fernández Lago