Dios bendice al humilde

La 1ª lectura de la Misa de este domingo, del libro del Eclesiástico, muestra la condición de Dios, que, al juzgar a los hombres, no tiene acepción de personas. Más bien es compasivo con la viuda o con el huérfano, si le expresan la condición en que se encuentran. Dice el texto bíblico que “la oración del humilde atraviesa las nubes”. Quiere significar que nunca deja de ser escuchada, antes bien, el Señor le hará justicia.

San Pablo ve que está cerca la hora de abandonar esta vida, y hace reflexión sobre su pasado. Dice que, en momentos de dificultad, lo dejaron solo para afrontar aquellas situaciones tan difíciles. Cierto que el Señor le sostuvo y lo fortaleció, de modo que pudiera proclamar el mensaje, para que alcanzara a todas las naciones. Ya al final, después de tantos agobios, confía en que el Señor le concederá la gloria sin fin, que Él ha prometido a cuantos en él esperaran.

El Evangelio nos muestra la parábola del fariseo y del publicano. Ambos habían acudido al templo para orar. El primero se tenía por un hombre justo y fiel, que intentaba cumplir los 613 preceptos de la Ley, mientras que el segundo era más bien descreído. El fariseo da gracias a Dios por ser tan bueno, mucho mejor que el publicano. Este en cambio prefiere pedir perdón a Dios, como pecador que era. Dice Jesús que el publicano consiguió el perdón de sus pecados, mientras que el fariseo, que no se consideraba pecador, no lo consiguió. Esa parábola debe movernos a reconocer nuestros pecados y a pedir al Señor el perdón y la paz.

José Fernández Lago