Duelo y Adolescentes I

Antes de empezar a leer y profundizar sobre este tema, te invito a que leas el artículo titulado ¿Y el Duelo de los Niños?, escrito con anterioridad en este mismo blog. En él, encontrarás unas primeras pautas y algunos consejos que te pueden resultar útiles.

Ahora, un segundo consejo, no esperes una fórmula mágica para solucionar el duelo de un adolescente, pues, realmente, no hay solución sencilla y rápida para la gente que está atravesando un duelo. Lo que te ofrezco aquí, es una toma de contacto con este tema. Para ello, me baso en mis experiencias y observaciones al estar interactuando con jóvenes. Si has cumplido con los dos requisitos anteriores, te invito a que me acompañes en este breve viaje que haremos a este mundo que es el Duelo en los Adolescentes.

Ante la situación actual, provocada por el Coronavirus, muchos de nuestros esquemas vitales (lo que está arraigado en nuestro código base), aquello que ha ido formando nuestro ser, se ha visto trastocado e, incluso, nos hemos visto en la obligación de cambiar nuestra forma de actuar y de pensar. Si para los adultos nos ha resultado complicado, cuanto más difícil le ha resultado a los niños y jóvenes que tenemos en la familia o a nuestro alrededor.

Nuestros adolescentes se han visto privados de muchas cosas, como, por ejemplo: vida social, vida familiar, etc. Solo enunciando esas cosas, ya nos podemos encontrar con una serie de duelos que los pueden alterar y afectar mucho. Hay que tener en cuenta que, según van creciendo, van adquiriendo mayores capacidades y van atravesando un camino en su proceso de maduración. Podríamos pensar que solo son cambios físicos o lo que nosotros llamamos “Las hormonas”. Sin embargo, también se producen grandes cambios cognitivos. Que sumergen al adolescente en una búsqueda de su “mejor versión” o de una imagen más idealizada de sí mismos y de aquello que los rodea. Esa búsqueda incansable, hace que muchas veces, no sean las personas más receptivas y pacientes.

Y, si aún por encima le sumamos que puede haber una muerte en la familia o de algún ser cercano, tenemos una mezcla un tanto explosiva en el aspecto emocional. Puesto que rompe sus esquemas aún más. No dejan de ser personas sensibles y, la muerte, les afecta aun más si la sumamos a la gran lista de cambios en las que están inmersos.

Dos frases que, probablemente les hayamos escuchado en muchos momentos es “Yo puedo con todo” y “Todo está bien”. Y, en el caso del duelo, y más en los duelos por muerte, no dejan de ser frases destinadas a buscar su propio espacio y su propio momento. No significa que no les duela, sino que necesitan asimilarlo a su manera. Empiezan a parecerse a los adultos, en ese sentido. Necesitan procesar la situación, darse cuenta de que sufren y ver la mejor forma de gestionarlo.

Quiero Comerme el Mundo

Para poder explicar cómo los adolescentes viven el duelo, tenemos que ver qué es lo que los mueve a actuar. Que les mueve a hacer lo que hacen y a llevarlo a cabo.

Según van creciendo, empiezan a darse cuenta de que el mundo es un lugar enorme y grande y que les depara muchas sorpresas y grandes descubrimientos. Es por ello que, empiezan a buscar una mayor independencia, empiezan a buscar separarse de sus padres. En ese momento, ponen en duda muchas cosas y juegan con los límites y con las normas establecidas. Desarrollan la idea de que ellos tienen razón y que sus padres se equivocan y solo saben molestarles. Momentos que pueden llegar a ocasionar muchas discusiones y enfrentamientos. No dejan de querer a sus padres, pero entienden que son ellos los que tienen que asumir el timón de su vida. Quieren empezar a comerse el mundo.

Mis amigos me entienden

Cuando hablamos de adolescentes, hay que entender que tienen un lugar en el que se sienten seguros y, ese lugar, es con sus amigos. Por proximidad de edad, porque hablan el mismo lenguaje, porque van descubriendo el mundo a la par. Es, junto a su núcleo de amigos donde ellos se ven más sueltos, más libres para empezar a abrirse. No representan a las figuras de autoridad que ven en sus padres, profesores y adultos que los rodean y, a fin de cuentas, son los que marcan unas pautas o unas normas que hay que seguir.

Será en el grupo o con algún semejante, con el que el adolescente se empiece a abrir por voluntad propia. Sera capaz de compartir sus sentimientos y podrá expresar todo aquello que le reconcome por dentro. Lo que nos lleva a que, no hay que desesperar si, frente a los adultos que lo rodean muestra una actitud tranquila, como si no hubieses pasado nada. Es una armadura que se ponen para no mostrarse frágiles, para no mostrarse “dolidos”.

Mi Silencio. Mi dolor

Aunque nos pueda resultar extraño, hay momentos en nuestra vida que necesitamos de silencio. Vivimos en un mundo que, constantemente nos bombardea con mil sonidos y nos aturde con toda esa amalgama de voces que salen de múltiples aparatos electrónicos, conversaciones perdidas, ruidos y demás.

Los niños, son muy habladores, necesitan contarlo todo y hablar sin parar. Sin embargo, el adolescente, se retrae más, guarda más para sí. Que, en los momentos de más dolor, necesite aislarse de conversaciones, del ruido que se produce en los funerales, no es malo. Es una forma de protección frente a esta nueva etapa a la que se enfrentan. Y, por otra parte, es también una forma de no cargar sobre los adultos un mayor dolor en ese momento. Más de una vez, habrás escuchado o dicho frases como: “Ahora, tienes que ser fuerte”, “Los adultos, no lloran”. Esto, repetido en muchos funerales, y escuchado o dicho a los niños, van generando en los adolescentes, esa necesidad de “ser fuertes” de callarse lo que de verdad puedan estar pasando o sufriendo para que, de esta forma, no se los mire como a niños. Y, como quieren ser adultos, aprenden que esta es la forma de proceder, tragar todo para adentro.

 

David Viñas Solla
Voluntario del Centro Diocesano de Escucha San Camilo.
Archidiócesis de Santiago de Compostela.