El otro claustro: San Pelayo. Oración silenciosa, personal

DIA 4

El oratorio será siempre lo que su mismo nombre significa y en él no se hará ni guardará ninguna otra cosa. Una vez terminada la obra de Dios, saldrán todos con gran silencio, guardando a Dios la debida reverencia, para que, si algún hermano desea, quizá, orar privadamente, no se lo impida la importunidad de otro. Y, si en otro momento quiere orar secretamente, entre él solo y ore; no en voz alta, sino con lágrimas y efusión del corazón.

(REGLA de san BENITO capítulo LII:  El oratorio del monasterio 1-4)

 

7:15-8:00: oración silenciosa, personal.

¡Qué gozada estar ante el Señor sin más! Dejando que Él nos haga la radiografía, dejando que Él nos contemple y nos dejemos amar. Qué equilibrio nos da… Y “rumiando” la Palabra y orando por la humanidad… O luchando por estar, la vida es lucha, también hay que batallar…

Sentado, de rodillas, de cuclillas… leyendo o mirando o simplemente estando dentro de uno. O, lo mejor, haciéndonos conscientes y acogiendo la Presencia del Señor que siempre está, nos envuelve y penetra.

“Entre simplemente y ore” (RB 52) nos dice san Benito, pero ¡hemos perdido tanto esa capacidad…! Nos quedamos asustadas cuando la gente va a un taller de oración y emplean casi media hora para relajar músculos y poder “entrar”…

¿Cuando vais a ver un amigo os tenéis que relajar músculo a músculo? ¡Dios es nuestro mejor Amigo! Eso sí, su Presencia no os dejará indiferentes…

Un secreto: yo rezo sentada en el suelo, si me caigo es más seguro… el Señor es imprevisible…