Encuentro sobre la espiritualidad de la misericordia

Testimonio de Johannes Cornado, párroco y Misionero de la Misericordia, Austria

Soy el más pequeño de 6 hijos de una familia católica. El motor de la vida de fe de la familia era mi padre, mi madre no estaba bautizada. El domingo íbamos siempre a la iglesia. Recuerdo alguno de los momentos solemnes, pero para extraños, cuando mi padre ocasionalmente pronunciaba una oración conmigo. Él trabajaba en el servicio diplomático, motivo por el que nos trasladábamos un nuevo país casa tres o cuatro años. Nueva escuela, nuevo grupo de amigos, todo eso que no ha sido fácil para mí, que era muy tímido.

 

A los 14 años, en Austria, me inicié en el consumo de hachís con los amigos. En aquella época me evadía de ir a la iglesia los domingos. Me sentía grande, con los amigos consumía drogas. Mi vida consistía en amigos, fiestas, alcohol, drogas, diversiones, el pelo largo, cría ser feliz. A los 17 años había experimentado el consumo de muchos fármacos, LSD, cocaína, droga ligera, alcohol. Mi vida de estudiante era un desastre. A los 17 años, mis padres, con toda la familia, hicieron todo lo posible para trasladarme a la India, con el fin de apartarme de los amigos, pero mi vida no se calmaba. No era esclavo, ni hacía mal a nadie, tenía muchos amigos y amigas, pero no progresaba. Después de dos años, en la American School he podido obtener la madurez con mucho esfuerzo, y he vuelto a Austria, para estudiar ingeniero de sonido.

Pero, aquí nuevamente, las fiestas, los viajes, etc… Inicié los estudios de etnología, quería hacerme periodista de viajes, he absorbido la espiritualidad hindú, y la cultura hippie. Durante un viaje a Uganda, he tenido ocasión de conocer proyectos de ayuda al desarrollo. ¡Esto es lo que yo quería hacer! Inicié un aprendizaje como forestal para después poder colaborar como cooperador técnico al desarrollo. Cuando tenía 22 años sentí que debía cambiar de vida, pero no podía. Conocía la emoción de la droga, a menudo la he robado para los amigos, incluso droga dura, heroína y cocaína en grandes cantidades. Y así vine a ser el criminal que deseaba ser. Tenía trabajo ocasional como técnico de escena o similar. En este periodo de crisis, mi hermana es mi amiga de ahora, una estudiante de arte, me ha ayudado mucho.

Un día un fuerte amigo vino a verme. Y me dijo que ahora creía en Jesús. Jesús que se le había aparecido en sueños y que le había interrogado sobre su vida. Yo observaba que mi amigo tenía una mirada luminosa y alegre, a menudo volvía a hablar con él: Le preguntaba: Jesús realmente existe? Mi amigo me habló de un sacerdote anciano, y después de largas vacilaciones, fui a verlo. Conté a este sacerdote toda mi vida, y de mi crisis de sentido. Él me propuso: “¿Podíamos continuar esta conversación pero como confesión?” Y yo le respondí: “Sí”. Tenía en ese momento una gran dificultad con la Iglesia Católica, pero el sacerdote me dijo: “No mires a la Iglesia, mira a Jesús. Dale tu confianza y Él podrá darte una experiencia”. Recibí la absolución, y creo que fui tocado en ese momento.

Dos semanas después, en casa, reflexioné sobre mi vida. Quería ahora convertirme en un forestal, pero no podría recibir ningún progreso. ¿Qué podré hacer con mi vida? Me acordaba de Jesús y le decía, “si existes, mete mi vida en tu mano”. Y ese mismo momento, Él entró en mi vida y se me mostró como luz y como amor. Se me ha presentado en el mismo salón. Hoy dudo en qué momento me peleaba o creía en Él. Estaba totalmente impregnado de su amor; no me reprendía por mi vida anterior, estaba totalmente seguro de su misericordia. Él ha tomado mi vida en su mano y le ha dado un sentido. Desde aquel momento soy cristiano y católico y me empuja a hablar de Él a los otros. En junio de 2003 fui ordenado sacerdote. Soy párroco de tres parroquias rurales, y desde 2016 puedo anunciar y transmitir la misericordia de Dios como Misionero de la Misericordia.