En un mundo donde la ciencia avanza imparable, la inteligencia artificial se convierte en un espejo que refleja nuestras inquietudes más profundas, nuestras dudas, nuestros miedos y también nuestras esperanzas. En ese cruce de caminos, donde lo divino y lo tecnológico se entrelazan, el arzobispo de Santiago de Compostela, Monseñor Francisco José Prieto Fernández, nos invita a reflexionar desde su perspectiva, que combina la fe y la ética, sobre un tema que ya no es solo de científicos o tecnólogos, sino también de creyentes y pensadores.
El escenario es un podcast que pertenece a la serie “Mentes Singulares“, donde la confluencia de voces – un arzobispo, un filósofo y un científico– nos ofrece un mosaico enriquecido por distintas miradas.
Bajo la pregunta “¿Por qué nos importa tanto la IA?”, se despliega un diálogo que no busca respuestas definitivas, sino preguntas que nos devuelvan a lo esencial. Se sentaron en torno al micrófono tres personas que, juntas, dibujaron un mapa humano frente al vértigo tecnológico. Allí estaba el filósofo Daniel Innerarity, que defiende una mirada crítica y equilibrada: ni dejarnos arrastrar por un determinismo tecnológico que nos quite libertad, ni caer en alarmismos que paralicen la reflexión. Junto a él, monseñor Francisco José Prieto, arzobispo de Santiago, con la ternura de quien cuida almas y custodio de preguntas y respuestas que no mueren con los siglos. Como moderador, el científico Senén Barro, director del CiTIUS, sosteniendo con rigor y templanza los hilos invisibles de un diálogo necesario.
El arzobispo, en su intervención, declara con respeto y curiosidad la inquietud que le provoca la posibilidad de que la IA pueda llegar a ser una herramienta para evangelizar: “¿Podría usar la Iglesia Católica la inteligencia artificial para evangelizar, por ejemplo, con asistentes virtuales que expliquen el catecismo o confesionales automatizados?”. Las preguntas no son provocaciones, sino meditaciones. Porque lo que está en juego no es la herramienta, sino el vínculo.
Para Monseñor Prieto, la clave está en el respeto por la dignidad humana y en la responsabilidad ética que conlleva cualquier avance tecnológico. Subraya que su preocupación no radica en la tecnología misma, sino en cómo ésta puede afectar nuestras relaciones, nuestros valores y nuestra manera de entender la presencia de Dios en nuestras vidas.
En este sentido, para el arzobispo la inteligencia artificial no debe ser un sustituto de la cercanía humana, porque en la interacción cara a cara reside lo esencial. Destaca que la verdadera pastoral radica en el contacto personal, en ese momento en que una mirada, una palabra, una cercanía humana despiertan en el otro la fe y la esperanza.
El prelado compostelano no se limita a ponderar los avances, sino que responde con una reflexión que trasciende la ciencia para llegar a la raíz espiritual: “Todo lo que nos sorprende, nos inquieta, nos preocupa, sigue siendo sobre la persona, la pregunta ética que nos interpela.” La preocupación por el impacto de las tecnologías reproductoras o las posibles amenazas a la privacidad y a la dignidad humana se entrelaza en su discurso con la idea de que la fe y la ética deben ser pilares en la regulación de estas herramientas. La justicia, el respeto y el encuentro humano son algunos de los valores que monseñor Prieto considera imprescindibles en esta era digital.
También señala que la propia Iglesia no puede ni debe mirar a otro lado. La tecnología, afirma, es una realidad que puede ayudarnos, pero que también requiere de una vigilancia ética constante: “Nos preocupa y nos inquieta cómo puede afectar a la dignidad de la persona”. Mons. Prieto no se opone al avance, pero exige que no se olvide lo humano. Le inquieta que la IA, sin una brújula ética, erosione la dignidad, amplíe las desigualdades, convierta al otro en un número. Por eso insiste: la tecnología debe estar al servicio de la justicia, la verdad y el respeto.
En su visión, la inteligencia artificial puede ser un aliado en la evangelización, siempre que se utilice con prudencia y siguiendo los principios del Evangelio: el respeto por la vida, la dignidad y la verdad.
La tecnología, en definitiva, no debe ser un fin en sí mismo, sino un medio para acercar a las personas al amor de Dios. La reflexión del arzobispo invita a pensar que, en medio del modernismo y la innovación, la verdadera autoridad y la verdadera fortaleza están en mantener viva la presencia humana.
Al cerrar su intervención, Monseñor Prieto hace una llamada a no olvidar que, en el ámbito de la inteligencia artificial y las posibilidades infinitas que ofrece, la verdadera innovación está en cultivar, en cada uno, la capacidad de amar y de cuidar al prójimo. Y añade que lo que nos define no es solo nuestra inteligencia, sino nuestra fragilidad, “nuestra incapacidad de evitar el error, nuestro error, nuestra fragilidad; eso, en definitiva, es lo que nos hace humanos.”
En definitiva, en un tiempo en que las máquinas avanzan con velocidad asombrosa y precisión creciente, la voz de mons. Prieto se presenta como un recordatorio sereno y necesario: la verdadera inteligencia, la que dignifica, la que salva, es aquella que reconoce que la fe y la ética deben guiar el progreso. Porque, en palabras del arzobispo, la tecnología no puede ser un sustituto de la presencia, ni la máquina un sustituto del amor.
Manuel María G.