La limpieza y los Caminos de Santiago

En el Camino a Santiago hay tantos caminos como viajeros. En la realidad de ese Camino, ¿todo es perfecto? Este año, Correos propone una campaña de limpieza de los caminos. Con esta finalidad, ha puesto a disposición de peregrinos y caminantes bolsas para la recogida de residuos que se generen o se encuentren. La propuesta forma parte de la celebración del Día Mundial de la Limpieza.

La limpieza: ese cuidado tan necesario y tan poco apreciado hasta que brilla por su ausencia. Esta falta de aprecio se debe, quizás, a que para limpiar se requiere que no haya gente de por medio. El que limpia busca, casi siempre, no molestar. La propuesta de Correos, en la medida que persigue hacer hablar de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, entronca directamente con las encíclicas Laudato Si y Fratelli tutti, pues es el deseo del caminante de vivir en un mundo más cuidado y vinculado al prójimo, le impulsa, desde la gratuidad, a limpiar aquellos caminos públicos por los que pasa.

Está claro que la limpieza física necesita intimidad. Así, desvistiéndose, alcanza todos los rincones. Como dice la propuesta de Correos, implica estar pendiente de la suciedad que uno mismo genera y de la que genera el otro.  Por cierto: ¿Cuánto se mancha el alma en el camino de la vida? ¿Cómo limpiarla? La limpieza personal e interior del que recorre el camino de la vida igualmente necesita intimidad; ha de permitir “desnudarse” de lo que aprisiona y crea “costra” cada día en la vida y en el espíritu. La limpieza interior conduce al descubrimiento de lo que se puede depositar en la bolsa de basura. Es importante que al final de cada día esa “porquería” acumulada en el camino pueda ser desechada. Con Santiago haciendo de guía y compañero de viaje, existe a disposición del peregrino un privilegio muy especial: al final del Camino somos, de algún modo, conducidos a la casa del “Hijo” para que podamos limpiarnos en los confesionarios que la Iglesia ofrece. Posteriormente, como dijo el Papa Francisco: ¡Alegría! que el perdón nos ha llegado, ya sólo queda “el limpio”.

MAJOLU